domingo, 29 de julio de 2007

Franciscanos de la Renovacion: Videos

Franciscanos de la Renovacion: Videos


Dos bonitos videos sobre esta congregacion de origen norteamericano: Los Frailes Franciscanos de la Renovacion.


Video 1


Video 2

jueves, 26 de julio de 2007

VEN, ESPÍRITU CREADOR

VEN, ESPÍRITU CREADOR
Rezada a diario por el Papa Juan Pablo II



Ven, Espíritu Creador,visita las almas de tus fíelesy llena de la divina gracia los corazones,que Tú mismo creaste.


Tú eres nuestro Consolador,don de Dios Altísimo,fuente viva, fuego, caridady espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;Tú, el dedo de la mano de Dios;Tú, el prometido del Padre;Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.


Enciende con tu luz nuestros sentidos;infunde tu amor en nuestros corazones;y, con tu perpetuo auxilio,fortalece nuestra débil carne,
Aleja de nosotros al enemigo,danos pronto la paz,sé Tú mismo nuestro guía,y puestos bajo tu dirección,evitaremos todo lo nocivo.


Por Ti conozcamos al Padre,y también al Hijo;y que en Ti, Espíritu de entrambos,creamos en todo tiempo.,


Gloria a Dios Padre,y al Hijo que resucitó,y al Espíritu Consolador,por los siglos infinitos. Amén.


V. Envía tu Espíritu y serán creados.

R. Y renovarás la faz de la tierra.


Oremos.Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a tu Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.
Por Jesucristo Nuestro Señor.R. Amén.


Traduccion Latina


Veni, Creator Spiritus, mentes tuorum visita. Imple superna gratia quae tu creasti pectora.


Qui diceris Paraclitus, Altissimi donum Dei, fons vivus, ignis, caritas, et spiritalis unctio.


Tu septiformis munere, digitus paternae dexterae, tu rite promissum Patris, sermone ditans guttura.


Accende lumen sensibus, infunde amorem cordibus, infirma nostri corporis, virtute firmans perpeti.


Hostem repellas longius, pacemque dones protinus, ductore sic te praevio, vitemus omne noxium.


Per te sciamus da Patrem, noscamus atque Filium, teque utriusque Spiritum credamus omni tempore.


Deo Patri sit gloria, et Filio qui a mortuis surrexit, ac Paraclito in saeculorum saecula. Amen


Nota:


En Enero de 1980, Juan Pablo II, hablando a un grupo de la renovación carismática dijo:Yo desde pequeño aprendí a rezarle al Espíritu Santo. Cuando tenía 11 años, me entristecía porque se me dificultaban mucho las matemáticas. Mi padre, me mostró en un librito el Himno '"Ven Espiritu Creador"', y me dijo: Rézalo y verás que El te ayuda a comprender. Llevo mas de 40 años rezando este himno todos los días y he sabido lo mucho que ayuda el Divino Espíritu.

martes, 24 de julio de 2007

Bajo la mano de Dios

BAJO LA MANO DE DIOS






Paul Claudel






"El hombre se forma interiormente con el ejercicio y se forja respecto a lo exterior mediante choques" (Art poétique). Estas palabras de Paul Claudel definen admirablemente lo que fue la esencia de la vida de este gran poeta y dramaturgo francés. En ellas está fijada su trayectoria vital en toda su síntesis y profundidad. Son palabras de uno de los grandes poetas de este siglo, son pues pórtico y también desarrollo de algo intensamente vivido.






Claudel luchó durante su existencia en la búsqueda de su verdadera vida, pero también fue la misma vida la que le golpeó encaminándole por sendas y cimas que jamás hubiera alcanzado por su propio pie. Nació en 1868. Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas, después empezó la carrera diplomática, representando a su país brillantemente por todo el mundo.






Hijo de un funcionario y de una campesina, fue el más pequeño de una familia compuesta por dos hermanas más. El ambiente en que se desarrolla su vida le marcará con fuerza en su infancia y adolescencia. Siempre recordará sus primeros años con cierta amargura: un ambiente familiar muy frío le lleva a replegarse sobre sí mismo y, como consecuencia, a iniciarse en la creación poética. Paul Claudel se hace en la soledad; ésta le marcará para toda su vida.






También incidirá con fuerza en su espíritu el ambiente de Francia en su época: profundamente impregnado por la exaltación del materialismo y por la fe en la ciencia. Las lecturas de Renan, Zola... y especialmente su paso por el liceo Louis-le-Grand y la visión de la muerte de su abuelo, crean en él un estado de angustia en el que la única certeza es la de la nada en el más allá. Allí se hunde en el pesimismo y la rebeldía. En medio de ese aire enrarecido y de esa ausencia de horizontes, el joven Claudel se ahoga, y su inquietud hace que no se resigne a morir interiormente. Busca aire desesperadamente: le llegan bocanadas en la música de Beethoven, y de Wagner, en la poesía de Esquilo, Shakespeare, Baudelaire; y, de repente, la luz de Arthur Rimbaud: "Siempre recordaré esa mañana de junio de 1886 en que compré el cuaderno de La Vogue que contenía el principio de Las iluminaciones. Fue realmente una iluminación para mí. Finalmente salía de ese mundo horrible de Taine, de Renan y de los demás Moloch del siglo XIX, de esa cárcel, de esa espantosa mecánica totalmente gobernada por leyes perfectamente inflexibles y, para colmo de horrores, conocibles y enseñables. (Los autómatas me han producido siempre una especie de horror histérico). ¡Se me revelaba lo sobrenatural!" (J. Rivière et P. Claudel: Correspondance (1907-1914). 142).






Fue el encuentro con un espíritu hermano del suyo, pero que le abría inmensas perspectivas a su vida más profunda y personal que hasta ese momento desconocía. Pero su habitual estado de ahogo y desesperación continuó siendo el mismo.






Y ese mismo año, el acontecimiento clave en su vida: es la Navidad de 1886. Él mismo narrará, veintisiete años después, lo sucedido: "Así era el desgraciado muchacho que el 25 de diciembre de 1886, fue a Notre-Dame de París para asistir a los oficios de Navidad. Entonces empezaba a escribir y me parecía que en las ceremonias católicas, consideradas con un diletantismo superior, encontraría un estimulante apropiado y la materia para algunos ejercicios decadentes. Con esta disposición de ánimo, apretujado y empujado por la muchedumbre, asistía, con un placer mediocre, a la Misa mayor. Después, como no tenía otra cosa que hacer, volví a las Vísperas. Los niños del coro vestidos de blanco y los alumnos del pequeño seminario de Saint-Nicholas-du-Cardonet que les acompañaban, estaban cantando lo que después supe que era el Magnificat. Yo estaba de pie entre la muchedumbre, cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha del lado de la sacristía.






Entonces fue cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida. En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre que no dejaba lugar a ninguna clase de duda, que después, todos Tos libros, todos los razonamientos, todos los avatares de mi agitada vida, no han podido sacudir mi fe, ni, a decir verdad, tocarla. De repente tuve el sentimiento desgarrador de la inocencia, de la eterna infancia de Dios, de una verdadera revelación inefable. Al intentar, como he hecho muchas veces, reconstruir los minutos que siguieron a este instante extraordinario, encuentro los siguientes elementos que, sin embargo, formaban un único destello, una única arma, de la que la divina Providencia se servía para alcanzar y abrir finalmente el corazón de un pobre niño desesperado: "¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!". Las lágrimas y los sollozos acudieron a mí y el canto tan tierno del Adeste aumentaba mi emoción.






¡Dulce emoción en la que, sin embargo, se mezclaba un sentimiento de miedo y casi de horror ya que mis convicciones filosóficas permanecían intactas! Dios las había dejado desdeñosamente allí donde estaban y yo no veía que pudiera cambiarlas en nada. La religión católica seguía pareciéndome el mismo tesoro de absurdas anécdotas. Sus sacerdotes y fieles me inspiraban la misma aversión, que llegaba hasta el odio y hasta el asco. El edificio de mis opiniones y de mis conocimientos permanecía en pie y yo no le encontraba ningún defecto. Lo que había sucedido simplemente es que había salido de él. Un ser nuevo y formidable, con terribles exigencias para el joven y el artista que era yo, se había revelado, y me sentía incapaz de ponerme de acuerdo con nada de lo que me rodeaba. La única comparación que soy capaz de encontrar, para expresar ese estado de desorden completo en que me encontraba, es la de un hombre al que de un tirón le hubieran arrancado de golpe la piel para plantarla en otro cuerpo extraño, en medio de un mundo desconocido. Lo que para mis opiniones y mis gustos era lo más repugnante, resultaba ser, sin embargo, lo verdadero, aquello a lo que de buen o mal grado tenía que acomodarme. ¡Ah! ¡Al menos no sería sin que yo tratara de oponer toda la resistencia posible! Esta resistencia duró cuatro años. Me atrevo a decir que realicé una defensa valiente. Y la lucha fue leal y completa. Nada se omitió. Utilicé todos los medios de resistencia imaginables y tuve que abandonar, una tras otra, las armas que de nada me servían. Esta fue la gran crisis de mi existencia, esta agonía del pensamiento sobre la que Arthur Rimbaud escribió: "El combate espiritual es tan brutal como las batallas entre los hombres. ¡Dura noche!". Los jóvenes que abandonan tan fácilmente la fe, no saben lo que cuesta reencontrarla y a precio de qué torturas. El pensamiento del infierno, el pensamiento también de todas las bellezas y de todos los gozos a losque tendría que renunciar -así lo pensaba- si volvía a la verdad, me retraían de todo. Pero, en fin, la misma noche de ese memorable día de Navidad, después de regresar a mi casa por las calles lluviosas que me parecían ahora tan extrañas, tomé una Biblia protestante que una amiga alemana había regalado en cierta ocasión a mi hermana Camille. Por primera vez escuché el acento de esa voz tan dulce y a la vez tan inflexible de la Sagrada Escritura, que ya nunca ha dejado de resonar en mi corazón. Yo sólo conocía por Renan la historia de Jesús y, fiándome de la palabra de ese impostor, ignoraba incluso que se hubiera declarado Hijo de Dios. Cada palabra, cada línea, desmentía, con una majestuosa simplicidad, las impúdicas afirmaciones del apóstata y me abrían los ojos. Cierto, lo reconocía con el Centurión, sí, Jesús era el Hijo de Dios. Era a mí, a Paul, entre todos, a quien se dirigía y prometía su amor. Pero al mismo tiempo, si yo no le seguía, no me dejaba otra alternativa que la condenación. ¡Ah!, no necesitaba que nadie me explicara qué era el Infierno, pues en él había pasado yo mi "temporada".






Esas pocas horas me bastaron para enseñarme que el Infierno está allí donde no está Jesucristo. ¿Y qué me importaba el resto del mundo después de este ser nuevo y prodigioso que acababa de revelárseme?" ("Ma conversion". 10-13.) Una carta de 1904 a Gabriel Frizeau demuestra que el recuerdo de ese instante de Navidad estaba ya fijado entonces: "Asistía a vísperas en Notre-Dame, y escuchando el Magnificat tuve la revelación de un Dios que me tendía los brazos". "Así hablaba en mí el hombre nuevo. Pero el viejo resistía con todas sus fuerzas y no quería entregarse a esta nueva vida que se abría ante él. ¿Debo confesarlo? El sentimiento que más me impedía manifestar mi convicción era el respeto humano. El pensamiento de revelar a todos mi conversión y decírselo a mis padres... manifestarme como uno de los tan ridiculizados católicos, me producía un sudor frío. Y, de momento, me sublevaba, incluso, la violencia que se me había hecho. Pero sentía sobre mí una mano firme.






No conocía un solo sacerdote. No tenía un solo amigo católico. (...) Pero el gran libro que se me abrió y en el que hice mis estudios, fue la Iglesia. ¡Sea eternamente alabada esta Madre grande y majestuosa, en cuyo regazo lo he aprendido todo!".






Paul-André Lesort: Claudel visto por sí mismo.

lunes, 16 de julio de 2007

Oracion al Corazon de Jesus

Oh Jesús :

A tu corazón lleno de amor pongo mi confianza , pues todo lo temo de mi debilidad , mas todo lo espero de tu bondad.


A tu Corazón pongo mi petición ...; miralo todo Jesús , luego haz lo que tu Corazón te diga , deja obrar a tu Corazón; yo confio en ti , descando en ti , estoy seguro de tu Corazón.


Sagrado Corazón de Jesús , en Ti confio.

viernes, 13 de julio de 2007

Biografia del Beato Hermano Rafael

El Beato Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.
Dotado de una precoz inteligencia, ya desde su primera infancia daba señales claras de su inclinación a las cosas de Dios. En estos años recibió la primera visita de la que había de ser su sino y compañera: la enfermedad que le obligó a interrumpir sus estudios.
Recuperado de ella, su padre, en agradecimiento a lo que consideró una intervención especial de la Santísima Virgen, a finales de verano de 1922 lo llevó a Zaragoza, donde le consagró a la Virgen del Pilar, hecho que no dejó de marcar el ánimo de Rafael.
Trasladada su familia a Oviedo, allí continuó sus estudios medios, matriculándose al terminarlos en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid.
Con una inteligencia brillante, Rafael estaba dotado de destacadas cualidades para la amistad. A la vez que crecía en edad y desarrollaba su personalidad, crecía también en su experiencia espiritual de vida cristiana.
En su corazón bien dispuesto, Dios quiso suscitar la invitación a una consagración especial en la vida monástica. Habiendo tomado contacto con el monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas -su Trapa- se sintió fuertemente atraído por lo que vio era el lugar que correspondía con sus deseos íntimos. Allí ingresó el 15 de enero de 1934.
Dios quiso probarle misteriosamente con una penosa enfermedad -la diabetes sacarina- que le obligó a abandonar tres veces el monasterio, adonde otras tantas volvió en aras de una respuesta generosa y fiel a lo que sentía ser la llamada de Dios.
Santificado en la gozosa fidelidad a la vida monástica y en la aceptación amorosa de los planes de Dios, consumó su vida en la madrugada del 26 de abril de 1938, recién estrenados los 27 años, siendo sepultado en el cementerio del monasterio.
Pronto voló imparable su fama de santidad allende los muros del monasterio. Con la fragancia de su vida, sus numerosos escritos continúan difundiéndose con gran aceptación y bien para cuantos entran en contacto con él.
El 20 de agosto de 1989, SS. Juan Pablo II, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, le propuso como modelo para los jóvenes en Santiago de Compostela, declarándolo Beato el 27 de septiembre de 1992 para gozo de la santa Iglesia y prenda de gracias para todo el pueblo de Dios.


Para leer sus escritos pincha aqui.

Oh Jesus , amor mio

Impresionante video con un canto de Kiko Arguello.

Pincha aqui.

miércoles, 11 de julio de 2007

San Benito , santo patron de Europa.

Biografía de San Benito

Si atendemos a la enorme influencia ejercida en Europa por los seguidores de San Benito, es desalentador comprobar que no tenemos biografías contemporáneas del padre del monasticismo occidental. Lo poco que conocemos acerca de sus primeros años, proviene de los "Diálogos" de San Gregorio, quien no proporciona una historia completa, sino solamente una serie de escenas para ilustrar los milagrosos incidentes de su carrera.


Benito nació y creció en la noble familia Anicia, en el antiguo pueblo de Sabino en Nurcia, en la Umbría en el año 480. Esta región de Italia es quizás la que mas santos ha dado a la Iglesia. Cuatro años antes de su nacimiento, el bárbaro rey de los Hérculos mató al último emperador romano poniendo fin a siglos de dominio de Roma sobre todo el mundo civilizado. Ante aquella crisis, Dios tenía planes para que la fe cristiana y la cultura no se apagasen ante aquella crisis. San Benito sería el que comienza el monasticismo en occidente. Los monasterios se convertirán en centros de fe y cultura.


De su hermana gemela, Escolástica, leemos que desde su infancia se había consagrado a Dios, pero no volvemos a saber nada de ella hasta el final de la vida de su hermano. El fue enviado a Roma para su "educación liberal", acompañado de una "nodriza", que había de ser, probablemente, su ama de casa. Tenía entonces entre 13 y 15 años, o quizá un poco más. Invadido por los paganos de las tribus arias, el mundo civilizado parecía declinar rápidamente hacia la barbarie, durante los últimos años del siglo V: la Iglesia estaba agrietada por los cismas, ciudades y países desolados por la guerra y el pillaje, vergonzosos pecados campeaban tanto entre cristianos como entre gentiles y se ha hecho notar que no existía un solo soberano o legislador que no fuera ateo, pagano o hereje. En las escuelas y en los colegios, los jóvenes imitaban los vicios de sus mayores y Benito, asqueado por la vida licenciosa de sus compañeros y temiendo llegar a contaminarse con su ejemplo, decidió abandonar Roma. Se fugó, sin que nadie lo supiera, excepto su nodriza, que lo acompañó. Existe una considerable diferencia de opinión en lo que respecta a la edad en que abandonó la ciudad, pero puede haber sido aproximadamente a los veinte años. Se dirigieron al poblado de Enfide, en las montañas, a treinta millas de Roma. No sabemos cuanto duró su estancia, pero fue suficiente para capacitarlo a determinar su siguiente paso. Pronto se dio cuenta de que no era suficiente haberse retirado de las tentaciones de Roma; Dios lo llamaba para ser un ermitaño y para abandonar el mundo y, en el pueblo lo mismo que en la ciudad, el joven no podía llevar una vida escondida, especialmente después de haber restaurado milagrosamente un objeto de barro que su nodriza había pedido prestado y accidentalmente roto.


En busca de completa soledad, Benito partió una vez más, solo, para remontar las colinas hasta que llegó a un lugar conocido como Subiaco (llamado así por el lago artificial formado en tiempos de Claudio, gracias a la represión de las aguas del Anio). En esta región rocosa y agreste se encontró con un monje llamado Romano, al que abrió su corazón, explicándole su intención de llevar la vida de un ermitaño. Romano mismo vivía en un monasterio a corta distancia de ahí; con gran celo sirvió al joven, vistiéndolo con un hábito de piel y conduciéndolo a una cueva en una montaña rematada por una roca alta de la que no podía descenderse y cuyo ascenso era peligroso, tanto por los precipicios como por los tupidos bosques y malezas que la circundaban. En la desolada caverna, Benito pasó los siguientes tres años de su vida, ignorado por todos, menos por Romano, quien guardó su secreto y diariamente llevaba pan al joven recluso, quien lo subía en un canastillo que izaba mediante una cuerda. San Gregorio dice que el primer forastero que encontró el camino hacia la cueva fue un sacerdote quien, mientras preparaba su comida un domingo de Resurrección, oyó una voz que le decía: "Estás preparándote un delicioso platillo, mientras mi siervo Benito padece hambre". El sacerdote, inmediatamente, se puso a buscar al ermitaño, al que encontró al fin con gran dificultad. Después de haber conversado durante un tiempo sobre Dios y las cosas celestiales, el sacerdote lo invitó a comer, diciéndole que era el día de Pascua, en el que no hay razón para ayunar. Benito, quien sin duda había perdido el sentido del tiempo y ciertamente no tenía medios de calcular los ciclos lunares, repuso que no sabía que era el día de tan grande solemnidad. Comieron juntos y el sacerdote volvió a casa. Poco tiempo después, el santo fue descubierto por algunos pastores, quienes al principio lo tomaron por un animal salvaje, porque estaba cubierto con una piel 9de bestia y porque no se imaginaban que un ser humano viviera entre las rocas. Cuando descubrieron que se trataba de un siervo de Dios, quedaron gratamente impresionados y sacaron algún fruto de sus enseñanzas. A partir de ese momento, empezó a ser conocido y mucha gente lo visitaba, proveyéndolo de alimentos y recibiendo de él instrucciones y consejos.


Aunque vivía apartado del mundo, San Benito, como los padres del desierto, tuvo que padecer las tentaciones de la carne y del demonio, algunas de las cuales han sido descritas por San Gregorio. "Cierto día, cuando estaba solo, se presentó el tentador. Un pequeño pájaro negro, vulgarmente llamado mirlo, empezó a volar alrededor de su cabeza y se le acercó tanto que, si hubiese querido, habría podido cogerlo con la mano, pero al hacer la señal de la cruz el pájaro se alejó. Una violenta tentación carnal, como nunca antes había experimentado, siguió después. El espíritu maligno le puso ante su imaginación el recuerdo de cierta mujer que él había visto hacía tiempo, e inflamó su corazón con un deseo tan vehemente, que tuvo una gran dificultad para reprimirlo. Casi vencido, pensó en abandonar la soledad; de repente, sin embargo, ayudado por la gracia divina, encontró la fuerza que necesitaba y, viendo cerca de ahí un tupido matorral de espinas y zarzas, se quitó sus vestiduras y se arrojó entre ellos. Ahí se revolcó hasta que todo su cuerpo quedó lastimado. Así, mediante aquellas heridas corporales, curó las heridas de su alma", y nunca volvió a verse turbado en aquella forma.


En Vicovaro, en Tívoli y en Subiaco, sobre la cumbre de un farallón que domina Anio, residía por aquel tiempo una comunidad de monjes, cuyo abad había muerto y por lo tanto decidieron pedir a San Benito que tomara su lugar. Al principio rehusó, asegurando a la delegación que había venido a visitarle que sus modos de vida no coincidían --quizá él había oído hablar de ellos--. Sin embargo, los monjes le importunaron tanto, que acabó por ceder y regresó con ellos para hacerse cargo del gobierno. Pronto se puso en evidencia que sus estrictas nociones de disciplina monástica no se ajustaban a ellos, porque quería que todos vivieran en celdas horadadas en las rocas y, a fin de deshacerse de él, llegaron hasta poner veneno en su vino. Cuando hizo el signo de la cruz sobre el vaso, como era su costumbre, éste se rompió en pedazos como si una piedra hubiera caído sobre él. "Dios os perdone, hermanos", dijo el abad con tristeza. "¿Por qué habéis maquinado esta perversa acción contra mí? ¿No os dije que mis costumbres no estaban de acuerdo con las vuestras? Id y encontrad un abad a vuestro gusto, porque después de esto yo no puedo quedarme por más tiempo entre vosotros". El mismo día retornó a Subiaco, no para llevar por más tiempo una vida de retiro, sino con el propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo había preparado durante estos años de vida oculta.


Empezaron a reunirse a su alrededor los discípulos atraídos por su santidad y por sus poderes milagrosos, tanto seglares que huían del mundo, como solitarios que vivían en las montañas. San Benito se encontró en posición de empezar aquel gran plan, quizás revelado a él en la retirada cueva, de "reunir en aquel lugar, como en un aprisco del Señor, a muchas y diferentes familias de santos monjes dispersos en varios monasterios y regiones, a fin de hacer de ellos un sólo rebaño según su propio corazón, para unirlos más y ligarlos con los fraternales lazos, en una casa de Dios bajo una observancia regular y en permanente alabanza al nombre de Dios". Por lo tanto, colocó a todos los que querían obedecerle en los doce monasterios hechos de madera, cada uno con su prior. El tenía la suprema dirección sobre todos, desde donde vivía con algunos monjes escogidos, a los que deseaba formar con especial cuidado. Hasta ahí, no tenía escrita una regla propia, pero según un antiguo documento, los monjes de los doce monasterios aprendieron la vida religiosa, "siguiendo no una regla escrita, sino solamente el ejemplo de los actos de San Benito". Romanos y bárbaros, ricos y pobres, se ponían a disposición del santo, quien no hacía distinción de categoría social o nacionalidad. Después de un tiempo, los padres venían para confiarles a sus hijos a fin de que fueran educados y preparados para la vida monástica. San Gregorio nos habla de dos nobles romanos, Tértulo, el patricio y Equitius, quienes trajeron a sus hijos, Plácido, de siete años y Mauro de doce, y dedica varias páginas a estos jóvenes novicios. (Véase San Mauro, 15 de enero y San Plácido, 5 de octubre).


En contraste con estos aristocráticos jóvenes romanos, San Gregorio habla de un rudo e inculto godo que acudió a San Benito, fue recibido con alegría y vistió el hábito monástico. Enviado con una hoz para que quitara las tupidas malezas del terreno desde donde se dominaba el lago, trabajó tan vigorosamente, que la cuchilla de la hoz se salió del mango y desapareció en el lago. El pobre hombre estaba abrumado de tristeza, pero tan pronto como San Benito tuvo conocimiento del accidente, condujo al culpable a la orilla de las aguas, le arrebató el mango y lo arrojó al lago. Inmediatamente, desde el fondo, surgió la cuchilla de hierro y se ajustó automáticamente al mango. El abad devolvió la herramienta, diciendo: "¡Toma! Prosigue tu trabajo y no te preocupes". No fue el menor de los milagros que San Benito hizo para acabar con el arraigado prejuicio contra el trabajo manual, considerado como degradante y servil. Creía que el trabajo no solamente dignificaba, sino que conducía a la santidad y, por lo tanto, lo hizo obligatorio para todos los que ingresaban a su comunidad, nobles y plebeyos por igual. No sabemos cuanto tiempo permaneció el santo en Subiaco, pero fue lo suficiente para establecer su monasterio sobre una base firme y fuerte. Su partida fue repentina y parece haber sido impremeditada. Vivía en las cercanías un indigno sacerdote llamado Florencio quien, viendo el éxito que alcanzaba San Benito y la gran cantidad de gente que se reunía en torno suyo, sintió envidia y trató de arruinarlo. Pero como fracasó en todas sus tentativas para desprestigiarlo mediante la calumnia y para matarlo con un pastel envenenado que le envió (que según San Gregorio fue arrebatado milagrosamente por un cuervo), trató de seducir a sus monjes, introduciendo una mujer de mala vida en el convento. El abad, dándose perfecta cuenta de que los malvados planes de Florencio estaban dirigidos contra él personalmente, resolvió abandonar Subiaco por miedo de que las almas de sus hijos espirituales continuaran siendo asaltadas y puestas en peligro. Dejando todas sus cosas en orden, se encaminó desde Subiaco al territorio de Monte Cassino. Es esta una colina solitaria en los límites de Campania, que domina por tres lados estrechos valles que corren hacia las montañas y, por el cuarto, hasta el Mediterráneo, una planicie ondulante que fue alguna vez rica y fértil, pero que, carente de cultivos por las repetidas irrupciones de los bárbaros, se había convertido en pantanosa y malsana. La población de Monte Cassino, en otro tiempo lugar importante, había sido aniquilada por los godos y los pocos habitantes que quedaban, habían vuelto al paganismo o mejor dicho, nunca lo habían dejado. Estaban acostumbrados a ofrecer sacrificios en un templo dedicado a Apolo, sobre la cuesta del monte. Después de cuarenta días de ayuno, el santo se dedicó, en primer lugar, a predicar a la gente y a llevarla a Cristo. Sus curaciones y milagros obtuvieron muchos conversos, con cuya ayuda procedió a destruir el templo, su ídolo y su bosque sagrado. Sobre las ruinas del templo, construyó dos capillas y alrededor de estos santuarios se levantó, poco a poco, el gran edificio que estaba destinado a convertirse en la más famosa abadía que el mundo haya conocido. Los cimientos de este edificio parecen haber sido echados por San Benito, alrededor del año 530. De ahí partió la influencia que iba a jugar un papel tan importante en la cristianización y civilización de la Europa post-romana. No fue solamente un museo eclesiástico lo que se destruyó durante la segunda Guerra Mundial, cuando se bombardeó Monte Cassino.


Es probable que Benito, de edad madura, en aquel entonces, pasara nuevamente algún tiempo como ermitaño; pero sus discípulos pronto acudieron también a Monte Cassino. Aleccionado sin duda por su experiencia en Sabiaco, no los mandó a casas separadas, sino que los colocó juntos en un edificio gobernado por un prior y decanos, bajo su supervisión general. Casi inmediatamente después, se hizo necesario añadir cuartos para huéspedes, porque Monte Cassino, a diferencia de Subiaco, era fácilmente accesible desde Roma y Cápua. No solamente los laicos, sino también los dignatarios de la Iglesia iban para cambiar impresiones con el fundador, cuya reputación de santidad, sabiduría y milagros habíase extendido por todas partes. Tal vez fue durante ese período cuando comenzó su "Regla", de la que San Gregorio dice que da a entender "todo su método de vida y disciplina, porque no es posible que el santo hombre pudiera enseñar algo distinto de lo que practicaba". Aunque primordialmente la regla está dirigida a los monjes de Monte Cassino, como señala el abad Chapman, parece que hay alguna razón para creer que fue escrita para todos los monjes del occidente, según deseos del Papa San Hormisdas. Está dirigida a todos aquellos que, renunciando a su propia voluntad, tomen sobre sí "la fuerte y brillante armadura de la obediencia para luchar bajo las banderas de Cristo, nuestro verdadero Rey", y prescribe una vida de oración litúrgica, estudio, ("lectura sacra") y trabajo llevado socialmente, en una comunidad y bajo un padre común. Entonces y durante mucho tiempo después, sólo en raras ocasiones un monje recibía las órdenes sagradas y no existe evidencia de que el mismo San Benito haya sido alguna vez sacerdote. Pensó en proporcionar "una escuela para el servicio del Señor", proyectada para principiantes, por lo que el ascetismo de la regla es notablemente moderado. No se alentaban austeridades anormales ni escogidas por uno mismo y, cuando un ermitaño que ocupaba una cueva cerca de Monte Cassino encadenó sus pies a la roca, San Benito le envió un mensaje que decía: "Si eres verdaderamente un siervo de Dios, no te encadenes con hierro, sino con la cadena de Cristo". La gran visión en la que Benito contempló, como en un rayo de sol, a todo el mundo alumbrado por la luz de Dios, resume la inspiración de su vida y de su regla. El santo abad, lejos de limitar sus servicios a los que querían seguir su regla, extendió sus cuidados a la población de las regiones vecinas: curaba a los enfermos, consolaba a los tristes, distribuía limosnas y alimentó a los pobres y se dice que en más de una ocasión resucitó a los muertos. Cuando la Campania sufría un hambre terrible, donó todas las provisiones de la abadía, con excepción de cinco panes. "No tenéis bastante ahora", dijo a sus monjes, notando su consternación, "pero mañana tendréis de sobra". A la mañana siguiente, doscientos sacos de harina fueron depositados por manos desconocidas en la puerta del monasterio. Otros ejemplos se han proporcionado para ilustrar el poder profético de San Benito, al que se añadía el don de leer los pensamientos de los hombres. Un noble al que convirtió, lo encontró cierta vez llorando e inquirió la causa de su pena. El abad repuso: "este monasterio que yo he construido y todo lo que he preparado para mis hermanos, ha sido entregado a los gentiles por un designio del Todopoderoso. Con dificultad he logrado obtener misericordia para sus vidas". La profecía se cumplió cuarenta años después, cuando la abadía de Monte Cassino fue destruida por los lombardos.


Cuando el godo Totila avanzaba trinfante a través del centro de Italia, concibió el deseo de visitar a San Benito, porque había oído hablar mucho de él. Por lo tanto, envió aviso de su llegada al abad, quien accedió a verlo. Para descubrir si en realidad el santo poseía los poderes que se le atribuían, Totila ordenó que se le dieran a Riggo, capitán de su guardia, sus propias ropas de púrpura y lo envió a Monte Cassino con tres condes que acostumbraban asistirlo. La suplantación no engañó a San Benito, quien saludó a Riggo con estas palabras: "hijo mío, quítate las ropas que vistes; no son tuyas". Su visitante se apresuró a partir para informar a su amo que había sido descubierto. Entonces, Totila, fue en persona hacia el hombre de Dios y, se dice que se atemorizó tanto, que cayó postrado. Pero Benito lo levantó del suelo, le recriminó por sus malas acciones y le predijo, en pocas palabras, todas las cosas que le sucederían. Al punto, el rey imploró sus oraciones y partió, pero desde aquella ocasión fue menos cruel. Esta entrevista tuvo lugar en 542 y San Benito difícilmente pudo vivir lo suficiente para ver el cumplimiento total de su propia profecía.


Anuncia su muerte
El santo que había vaticinado tantas cosas a otros, fue advertido con anterioridad acerca de su próxima muerte. Lo notificó a sus discípulos y, seis días antes del fin, les pidió que cavaran su tumba. Tan pronto como estuvo hecha fue atacado por la fiebre. El 21 de marzo del año 543, durante las ceremonias del Jueves Santo, recibió la Eucaristía. Después, junto a sus monjes, murmuró unas pocas palabras de oración y murió de pie en la capilla, con las manos levantadas al cielo. Sus últimas palabras fueron: "Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo". Fue enterrado junto a Santa Escolástica, su hermana, en el sitio donde antes se levantaba el altar de Apolo, que él había destruido.


Dos de sus monjes estaban lejos de allí rezando, y de pronto vieron una luz esplendorosa que subía hacia los cielos y exclamaron: "Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado a la eternidad". Era el momento preciso en el que moría el santo.
Que Dios nos envíe muchos maestros como San Benito, y que nosotros también amemos con todo el corazón a Jesús.


En 1964 Pablo VI declara a san Benito patrono principal de Europa.


QUE DE TAL MANERA BRILLE ANTE LOS DEMAS LA LUZ DE VUESTRO BUEN EJEMPLO, QUE ELLOS AL VER VUESTRAS BUENAS OBRAS, GLORIFIQUEN AL PADRE CELESTIAL. (S. Mateo 5)

martes, 3 de julio de 2007

Frank Duff ,Fundador de la Legión de María

Biografia.

"En un terreno escarpado y fangoso, resulta muy difícil trazar un camino seguro para conducir por él a miles de personas. De la misma manera, resulta muy difícil comprender una Asociación o Comunidad sin conocer a su fundador y su origen.


El fundador de la Legión de María es Frank Duff, un laico irlandés, alegre, bromista, sumamente inteligente, lleno de energía, entusiasmo, generosidad, caridad, y un profundo amor a Dios y la Santísima Virgen María.


Nació en Dublín, Irlanda el 7 de junio de 1889, en una fiesta de Pentecostés; ¿sería esto un presagio de la influencia que iba a recibir del Espíritu Santo durante su vida?. Fue el mayor de siete hijos de una familia católica muy piadosa y muy unida. Frank hizo sus estudios en escuelas de renombre. Siempre obtuvo las mejores calificaciones; le gustaba mucho el deporte y le encantaba andar en bicicleta. "Era realmente un joven prometedor".


En esa época, Irlanda atravesaba por una gran crisis política, económica y religiosa, los católicos eran despreciados y relegados al máximo.


Sin embargo, Frank avanzaba con firmeza en la vida profesional y espiritual: En la primera, su gran talento lo llevó a ocupar un puesto en el Ministerio de Finanzas. Había quienes pronosticaban que llegaría a ser Primer Ministro. En la vida espiritual, mucho antes de encontrar su propia vocación de laico comprometido, escribió un folletito titulado: "¿Santo, yo, por qué no?", en el que daba algunas directivas y consejos a los laicos para alcanzar la santidad, algunas de las cuales se encuentran en el Manual de la Legión de María.


Más tarde, asistió al "Purgatorio de San Patricio" que era un lugar de ejercicios espirituales de tres días y de una penitencia, tal vez única en el mundo: "El primer día ayunaban las 24 horas, los otros días no comían más que pan negro duro y té sin azúcar. Toda la primera noche la pasaban en vela y la segunda dormían sobre tablas rasas en un cuarto grande. En el intervalo, hacían toda clase de oraciones y meditaciones; el rosario, varias veces al día y también rezaban el Vía Crucis". A partir de entonces, Frank iba cada año hasta que la enfermedad se lo impidió.
No cabe duda de que la Providencia Divina fue preparando a Frank para esta gran misión que le tenía reservada. Desde muy joven había adquirido el hábito de rezar diariamente la Liturgia de los sacerdotes en latín.


Posteriormente, ingresó a la Asociación de San Vicente de Paúl, cuyas reuniones empezaban con una oración, una lectura espiritual y la lectura del acta de la reunión anterior; esto sirvió más tarde de modelo para la Legión de María.


La Asociación de San Vicente de Paúl, se ocupaba de los más pobres. Frank, que nunca tuvo problemas económicos, estaba azorado con tanta miseria que había en su país. Tal miseria abrió las puertas de par en par a los protestantes para hacer proselitismo: agrupados en asociaciones bajo el nombre inofensivo de "Servicio social", ofrecían desayunos gratuitos a los pobres con tal de hacerlos apostatar.


Frank también ofreció desayunos para evitar la apostasía, pero no pudo hacerlo por mucho tiempo. Entonces decidió rezar el rosario frente al local protestante y hacer labor de convencimiento. Este apostolado provocó que le llamaran "el loco del barrio". Pero su locura tenía método y finalmente logró, después de 16 años, que se cerraran todos esos locales protestantes. ¡Qué modelo de perseverancia!


Frank pertenecía también a un grupo llamado "los pioneros" quienes en desagravio al Sagrado Corazón de Jesús, por el vicio del alcoholismo, ofrecían no tomar ni una gota de alcohol durante su vida.


Por otra parte, no fue fácil para Frank encontrar el tesoro mariano que contiene "La verdadera devoción a María" de San Luis María Grignion de Montfort, pero una vez que lo hizo, como tenía un alma de apóstol, inmediatamente quiso compartirlo con las personas que lo rodeaban.
En una de las reuniones de los pioneros, se comentó sobre la necesidad de visitar la sala de mujeres del Hospital Unión. se preguntó quién quería participar y seis voluntarias surgieron inmediatamente. Se sugirió reunirse al miércoles siguiente y se pidió invitar a otras personas.
El día de la reunión había 15 personas que estaban sorprendidas de ver un altarcito sobre la mesa, compuesto por una imagen de la Virgen Inmaculada Medianera de todas las gracias, sobre un mantel blanco, entre dos floreros y dos candeleros con velas encendidas.


No había duda, la Virgen los esperaba, ninguno de ellos siquiera se imaginaba que ese era el inicio de un gran Movimiento de fuerza mundial. Tan es así, que hasta unos años más tarde, descubrieron que este Movimiento se había formado, providencialmente, el día 7 de septiembre de 1921, en las Vísperas de la Natividad de Nuestra Señora.
El primer grupo se llamó "Nuestra Señora de la Misericordia", y así sucesivamente cada grupo tenía su nombre. Entonces surgió la necesidad de buscar un nombre para el Movimiento. Se sugirió hacer una novena para encontrar el nombre adecuado. En la siguiente reunión, se presentaron varias propuestas pero fueron rechazadas. Se pidió otra novena. Frank Duff, el fundador, buscaba un nombre que representara al Movimiento y pudiera aplicarse a cada miembro en particular; realmente se había quebrado la cabeza en esto. En la víspera de la siguiente reunión, Frank se detuvo un momento, antes de irse a la cama, frente a un cuadro grande de la Santísima Virgen que tenía en su despacho, y espontáneamente brotaron en su mente las palabras: LEGION DE MARIA.


No había duda, ese era el nombre: Legión era símbolo de valor, disciplina, obediencia, y podía aplicarse a cada legionario de María que ahora conquistaría el mundo para Cristo. Este nombre fue aceptado por unanimidad en noviembre de 1925. A imitación de la Legión Romana, Frank decidió conservar los términos en latín para uniformar el lenguaje de la Legión de María en todo el mundo. Asimismo, adoptó el Vexillum o estandarte de la Legión, remplazando el águila por la paloma que representa al Espíritu Santo y el Comandante en Jefe romano, por la Inmaculada Medianera de todas las gracias. Más tarde, Frank escribió la Promesa Legionaria y fijó las oraciones legionarias que obtuvieron el Imprimatur y fueron colocadas en la Téssera. En 1928 fue escrito el Manual de la Legión de María, que es una especie de fotografía del Movimiento en la que se ve lo que se había llevado a la práctica desde hacía ya mucho tiempo.


Aproximadamente tres meses después de la creación del nuevo Movimiento, cuando le preguntaron a Frank sobre el futuro del mismo, el contestó que iba a extenderse por el mundo entero. Las chicas del grupo se rieron a carcajadas. Frank comentó después que eso probaba lo mucho que creían en su don de profecía.


Desde antes de fundar este movimiento, Frank tenía un gran deseo de ayudar a las chicas de la calle. El primer gran apostolado de la Legión de María, fue precisamente la conversión de treinta y una prostitutas al mismo tiempo.


A pesar del aumento de trabajo para Frank, tanto profesional como espiritual, aceptó organizar unos "ejercicios espirituales sin precedentes", porque al primero de estos, acudieron todas las chicas y, a excepción de dos de ellas que eran protestantes, todas las demás hicieron una confesión general y comulgaron en la Misa de clausura. Frank comentó después que esa fue la Misa más bella de su vida.


Después del retiro, las chicas fueron llevadas a un albergue al cual pusieron el nombre de "Santa María", y en donde las cosas iban muy bien. Pero un día, dos de ellas huyeron al barrio más depravado de Dublín, creyendo que ahí las dejarían en paz porque era un barrio al que ni el ejército se atrevía a entrar. Sin embargo, el valor legionario alimentado con la oración, superó todo obstáculo y no solamente lograron entrar sino que acabaron con toda la podredumbre que había en ese lugar. Al grado de demoler ese barrio y construir uno nuevo.


Fue solamente un grupito de legionarios los que lograron borrar esta mancha de vergüenza de su ciudad, únicamente con bondad y caridad, mientras que durante ciento cincuenta años la policía no había podido lograr nada.


Esto fue un verdadero milagro, pero la gran fe de Frank lo había acostumbrado a esperar milagros cuando se trabajaba para conseguirlos, porque estaba convencido de que así como los milagros formaban una parte importante de la vida terrestre de Cristo, también formaban una parte importante de la vida diaria de la Iglesia, porque la Iglesia es Cristo vivo.


El 25 de marzo de 1927, después de muchas penas, sufrimientos, dificultades y decepciones, Frank abrió el segundo albergue para hombres abandonados: desempleados, vagabundos, alcohólico, expresidiarios, que no tenían ninguna oportunidad de volver a tener una vida normal sin una ayuda eficaz. Este albergue recibió el nombre de "Estrella de la Mañana" y, como expresó el mismo Frank: "fue pagado con sudor y sangre". Tres años más tarde fue abierto un tercer albergue para mujeres solas: madres solteras sobre todo. Este se llamó "Regina Coeli". Varios grupos de la Legión tenían la tarea de ocuparse de los tres albergues, ayudaban a preparar y a servir la comida, y hacían apostolado con las personas albergadas.


La dirección de un sólo albergue requería un hombre de tiempo completo, sin embargo, Frank dirigía los tres además de sus deberes profesionales y demás apostolados de la Legión de María que era "la niña de sus ojos", según sus propias palabras.


Esta nueva organización visiblemente bendecida por Dios, encontró una fuerte oposición y rechazo, sobre todo por parte del clero, simplemente porque Frank estaba adelantado a su tiempo y, contrariamente a lo que pensaban algunos clérigos de que los seglares solamente servían para hacer el aseo de las vestiduras eclesiásticas y de la parroquia, Frank afirmaba que cada seglar tiene su propia vocación y misión apostólica dentro de la Iglesia.


Esta visión de Frank, hirió el orgullo y la envidia de dichos clérigos quienes empezaron a difamar a la Legión de María y a cambiar su estructura, querían destruir esta Asociación. En Africa incluso, llegaron a crear una secta a la que le pusieron el nombre de Legión de María que provocó una gran confusión.


Frank estaba convencido de que estos ataques eran diabólicos, porque se repetían en distintas partes donde había Legión de María.


Frank se mantuvo firme como una roca y siempre mostró una gran caridad, nunca se quejó porque sabía que en el Reino de Dios, todo éxito se consigue con el signo de la Cruz.


"No hay mal que por bien no venga", ya que esta situación tan difícil lo hizo buscar la manera de hablar personalmente con el Papa. El secretario del Nuncio Apostólico, tuvo la brillante idea de hacerlo portador de unos papeles oficiales y una carta para Su Santidad, de esta forma, Frank pudo entrevistarse con él.


Sentado frente al Papa, trataba de explicarle lo que era la Legión de María y sus necesidades. Frank hablaba y hablaba y empezó a preocuparse, porque el Papa no hablaba ni pestañeaba. Frank pensó que tal vez ni lo escuchaba. Frank dijo todo lo que tenía que decir y se calló, agotado de tanto hablar. Solamente lanzaba una mirada de súplica al Santo Padre quien permaneció en silencio un largo rato. Finalmente, se levantó, se dirigió a Frank y lo abrazó diciendo con un tono emocionado: "¡Esta cosa viene de Dios!". El Papa se daba cuenta de que este Movimiento respondía a su idea sobre el papel del laico en la Iglesia.


Más tarde, Frank recibió una carta del Santo Padre en la que daba su bendición especial a la Legión de María y la reconocía como una obra magnífica y santa.


La extensión de la Legión de María en el mundo fue tan rápida, que surgieron los "enviados de la Legión de María" quienes se encargaban de extender y cultivar la Legión en los cinco continentes. El número de enviados era cada vez mayor, Frank mantenía una estrecha unión con cada uno de ellos por correspondencia. Esto lo hizo abandonar su trabajo profesional. La Legión absorbía todo su tiempo, que Nuestro Señor le hizo rendir al máximo.


Un día, alguien preguntó a Frank que pensaba de la Legión como modeladora de santos. Frank encontró esta expresión muy adecuada porque dijo que la Legión de María muestra a sus miembros las grandes verdades de la fe católica y les enseña a comprenderlas, especialmente la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo, el lugar de la Santísima Virgen en el Plan Divino de la Salvación y su unión íntima con el Espíritu Santo, esta doctrina, dijo, es santa y santificadora, y produce santos a granel.


Un ejemplo vivo de esto, entre muchos más que no son tan renombrados, está en el mismo Frank, en Edel Mary Quinn y en Alfonso Lambe.


La santidad, decía Frank, está en una vida normal. El mismo, se santificó en sus deberes cotidianos que impregnaba de su gran alegría y buen humor. Otra cosa que lo caracterizaba, era su humildad y discreción. Nunca se atribuyó a sí mismo la extensión y éxito de la Legión de María, ni siquiera su fundación, a pesar de que la Legión era su vida.


Durante la Segunda Guerra Mundial, la Legión de María no sufrió ningún quebranto. Se cuenta como dos legionarias hicieron su Promesa durante un bombardeo; casi en cada versículo, todo se grupo de arrojaba bajo la mesa buscando una débil protección contra las bombas que caían cerca de ahí. A veces las juntas se hicieron en los refugios antiaéreos, donde el apostolado de los legionarios era rezar el rosario con los presentes sin importar su religión.


En Francia, a una joven legionaria, Véronique O'Brien, se le pidió que regresara a Irlanda a causa de la guerra. Ella contestó desde París: "Yo regresaré cuando haya fundado la Legión de María aquí". Fueron las últimas noticias que tuvieron de ella. Después de la invasión alemana, Véronique decidió unirse a los refugiados que huían frente a las tropas en marcha.


Constantemente, al paso tan bajo de los aviones alemanes, había que arrojarse al suelo. Hambrienta y pálida, con los pies sangrando, sin nada más que lo que llevaba puesto, llegó finalmente a Nevers, al convento de San Gildard, el convento de Santa Bernardita, donde fue acogida y ayudó a atender a los peregrinos. La primera carta de ella que llegó a Dublín, anunciaba la fundación de siete Praesidia.


A pesar de los horrores de la guerra, la Legión de María permaneció intacta y nunca omitió sus reuniones ni su apostolado.
Existen otros relatos sobre la fundación de la Legión de María en situaciones igualmente adversas.


Frank Duff en sus pláticas a los legionarios, inspirado por el Espíritu Santo, los animaba en tal forma que estos salían llenos de ánimo y valor y dispuestos incluso al martirio. En China, por ejemplo, la Legión de María prendió en una forma sorprendente y se extendió rápidamente por todo el país. A la llegada del comunismo, la Legión permaneció firme, y lejos de intimidarla, aumentó la fe y el valor en los legionarios. Veinte mil legionarios fueron encarcelados y aproximadamente dos mil asesinados. La Legión de María fue declarada como "el enemigo público número uno".


Frank mismo sufrió mucho a pesar de su entereza. A parte de los golpes espirituales que recibió de parte de los enemigos de la Legión de María, la pérdida, primero de su hermana en junio de 1949, luego de su hermano en agosto del mismo año, y la peor pérdida, la de su madre a principios de 1950, más la pérdida de su amigo de siempre, el Abad Creedon en julio de 1950. Frank estaba verdaderamente destrozado. El mismo escribió: "El golpe fue terrible, el peor de mi vida, no sé donde estoy. Seguramente va a pasar algún tiempo antes de que vuelva a encontrar mi equilibrio interior".


Una vez muerta su familia, las legionarias del albergue "Regina Coeli" se encargaron de él.
En 1952, Frank recibió una invitación del Vaticano para visitar la ciudad santa. Frank aceptó gustosísimo, sobre todo porque todavía había hostilidades contra la Legión de María. Permaneció 17 días en Roma, aprovechando para dar conferencias, pero el punto culminante fue la audiencia privada con el Papa Pío XII quien dijo a Frank: "Estoy muy agradecido con la Legión de María por los grandes servicios que ha prestado a la Iglesia". Frank se percató de que estas palabras fueron pronunciadas muy calurosamente.


Por otra parte, Frank Duff no era un místico en el sentido de éxtasis y visiones extraordinarias, era simplemente un católico ejemplar, sin embargo, su vida estuvo frecuentemente acompañada de hechos milagrosos: En una ocasión, pasaba de la media noche y Frank seguía trabajando en su correspondencia, cuando alguien llamó a la puerta, era un jovencito de unos doce años, sucio, harapiento e incluso parecía piojoso y pidió permiso para pasar la noche en el albergue "Estrella de la Mañana". Frank le dijo que ya era muy tarde y que el albergue era para hombres y no para niños, entonces lo pasó a su casa y le ofreció algo de comer, el muchacho comió con verdadero apetito. Frank dormía en una cama matrimonial y era muy delicado en cuestión de limpieza e higiene, pero no quiso que el muchacho durmiera en el suelo ni que se fuera y decidió compartir la cama con él. A la mañana siguiente, el muchacho había desaparecido sin dejar traza de su presencia, para Frank esto era un misterio. Cuando Frank regresó de Misa, encontró a la joven del albergue "Regina Coeli" que tenía la llave de su casa y le preparaba todos los días el desayuno para que lo tomara al regreso de la iglesia.


Esta joven, muy sorprendida, preguntó a Frank quien era ese muchacho encantador que ella había encontrado esa mañana temprano al entrar a su casa. Frank le preguntó que apariencia tenía y ella contestó que era como de doce años y de una belleza extraordinaria, en ningún momento mencionó lo sucio y los harapos, solamente estaba sorprendida por su gran belleza. Sin duda alguna, se trataba del mismo muchacho.


Frank comentó más tarde que en aquella ocasión, albergó al Señor.
Cuando Juan XXIII subió al Papado, también recibió a los legionarios en audiencia privada. Desde Pío XI hasta Juan Pablo II, Frank mantuvo estrecha relación con todos los Papas, prueba de ello son las cartas pontificias que se encuentran en las primeras páginas del Manual de la Legión de María. "Honor a quien honor merece".A parte de la gran lucha que libró Frank, durante toda su vida, contra las oposiciones, recibió también distinguidos reconocimientos: Los padres del Espíritu Santo y los Montfortianos lo nombraron miembro honorario de su Congregación, lo que lo hizo partícipe de todos los méritos de estas Congregaciones.
La Universidad de Dayton, en Ohio, le dio en 1956 un premio mariano por su eminente trabajo en mariología.


El Papa Juan XXIII lo nombró Gran Caballero de la Orden de San Gregorio y la Universidad de Dublín le confirió la dignidad de Doctor Honoris Causa en Derecho, pero nunca se le vino a la mente poner el título de Doctor junto a su nombre aunque tuviera todo el derecho.


Pero un mayor honor le fue reservado: la invitación , como oyente, al Concilio Vaticano II. Cuando estaban en la sesión, el Cardenal Heenan que había sido Director Espiritual del Senatus de la Legión de María en Londres, antes de empezaran los trabajos de dicha sesión, se levantó y dijo que el fundador de la Legión de María estaba presente en la sala. Entonces espontáneamente, una ola de aplausos se produjo; los dos mil quinientos Padres que estaban en el Concilio, expresaron así lo que pensaban del movimiento que, principalmente, en tierras de misión se había convertido en el apoyo más sólido para la propagación de la fe.
A Frank no le impresionaban mucho las distinciones honoríficas y los premios, los aceptaba como algo inevitable y los olvidaba enseguida, sin dejar de reconocer humildemente su esfuerzo.
Desafortunadamente, como dijo Frank, el humo de Satanás penetró en el Concilio creando una gran confusión y un gran desorden en la Iglesia de Cristo. Fieles, religiosas y sacerdotes estaban trastornados. Esto, lógicamente, afectó también a la Legión de María. Y a pesar de que el Manual recibió más de cien veces el Imprimatur y de que fue examinado dos veces, punto por punto, por un equipo de teólogos nombrados expresamente para esto en Roma y declarado pura doctrina católica, algunos que se creían expertos quisieron modificarlo y adaptarlo a las nuevas circunstancias anárquicas. Frank se mantuvo firme como una roca y por esta conducta suya, fue tachado de viejo testarudo. La cosa llegó a tal grado que aun en los confesionarios, los sacerdotes invitaban a los legionarios a abandonar la Legión y afiliarse a otra asociación que ellos habían creado. Otros decían que en Dublín solamente se esperaba la muerte de Frank quien ya tenía una edad muy avanzada, para reformar la Legión de María y en especial el Manual.
Lo que debió sufrir Frank en este período, solamente pueden saberlo los que se mantuvieron fieles y compartían con él el mismo dolor.


Sin embargo, esta crisis no fue más que abono que hizo florecer en abundancia a la Legión. Una prueba de esto fue el festejo de las Bodas de Oro de la Legión de María en el mundo entero.
En 1979, el Papa Juan Pablo II al conocer la Legión de María quedó impresionado de su espiritualidad y decidió invitar a su fundador a Roma para conocerlo. Frank asistió con los oficiales del Concilium y , una vez frente al Papa, le dijo que todo pensamiento, toda palabra, toda acción del legionario deben estar impregnadas de esta convicción: "La victoria vendrá por María".


Después de la Misa en su capilla privada, el Papa los invitó a desayunar en su cocina privada y, como buen anfitrión, los atendió con toda sencillez.
Luego visitaron los salones del Vaticano con un guía y llegaron a la sala desde donde el Papa envía sus mensajes al mundo. El guía invitó a Frank a sentarse en el sillón papal y a dirigir un mensaje a sus legionarios en todo el mundo. Frank se sentó sin vacilar y no pronunció más que una palabra: "¡Conviertan!". Fue el testamento importante que quiso dejar a sus hijos e hijas espirituales en el mundo entero.


En octubre de 1980, más de cuatrocientos legionarios se encontraban reunidos en Irlanda esperando una palabra de aliento de su fundador. Frank insistió en que el deseo ardiente de la Virgen María de hacer entrar a su Hijo en cada hombre, debe animarnos y volverse el eje de nuestra acción.


El 7 de noviembre de 1980, Frank se sentía muy agotado y se recostó, la legionaria que lo atendía, le llevó el té a la cama y lo encontró con las manos en posición de oración y los ojos fijos en una imagen de la Virgen que tenía frente a él. La Virgen se lo había llevado al cielo.
Para los legionarios, más que un duelo era un triunfo. En su primera Misa de Réquiem, Monseñor Ripley concelebró con aproximadamente veinte sacerdotes y en su homilía dijo que Frank Duff es responsable de una nueva corriente en la Iglesia que da una nueva luz sobre el papel de la Virgen María. Y que todos los que lo conocieron lo tenían por un santo. Muchos, continuó diciendo, le atribuyen desde ahora cosas milagrosas, pero el milagro más grande es la Legión de María.


En otra Misa, el Cardenal O'Fiaich concelebró con tres Arzobispos y treinta y cinco sacerdotes, todos directores espirituales de la Legión de María. Unas cuatro mil personas, entre ellas legionarios de distintas partes del mundo, asistieron a la Misa, muchos no pudieron entrar a la iglesia, varios sacerdotes se quedaron también fuera. Fue sorprendente ver que en ningún caso las vestiduras litúrgicas fueron negras o violetas, sino blancas con largas cintas rojas en medio.
Entre los asistentes estaban el Presidente de la República de Irlanda, el Primer Ministro, el alcalde de Dublín, numerosos hombres políticos y casi todo el cuerpo diplomático. Caso admirable porque la Legión de María nunca tuvo que ver con política, esto está prohibido y es parte de su personalidad.


En su homilía, el Cardenal dijo que en este gran hombre vivía un inmenso espíritu de piedad y de oración, y con la ayuda de la Virgen, el aporte de este sencillo ciudadano de Dublín en la historia de la Iglesia católica, es tal vez el más importante del siglo.


También recordó que en 1976, le ofrecieron el título de Irlandés del año, pero Frank lo rechazó. El Cardenal agregó que puede venir el día en el que le otorguen el título de "Irlandés del siglo".
El único adorno floral fue una bicicleta que pusieron sobre el féretro sus compañeros de paseos en bicicleta.


El cortejo partió al cementerio, las calles de Dublín fueron cerradas porque estaban llenas de personas que formaban una valla y rezaban. Según testigos, más que un cortejo fúnebre era algo radiante y solemne lo que impregnaba la atmósfera. En una de sus últimas entrevistas Frank dijo: "La Santísima Virgen hasta ahora, ha sostenido a la Legión de María en sus manos; no creo que Ella la abandone cuando yo ya no esté aquí".


Cuando no se tienen los instrumentos apropiados, resulta verdaderamente difícil abrir un camino seguro en un terreno escarpado y fangoso.


Frank Duff logró abrir este camino limpiándolo de todo obstáculo que representaban las oposiciones y ataques a la Legión de María y, del fango del pecado, pero él si contaba con los instrumentos apropiados que son: el rosario, la medalla milagrosa, en fin, la profunda devoción a la Santísima Virgen y el gran amor y confianza a Dios."


lunes, 2 de julio de 2007


Pincha a continuacion , y escucharas la version internacional de la cancion de la Jornada Mundial de la Juventud Sydney 2008





Canción de la Jornada Mundial de la Juventud 2008, Recibe la fuerza (Receive the Power)

Receive the Power fue seleccionada gracias a un proceso de dos fases. La competición por la canción llevada a cabo el año pasado registró más de 120 solicitudes - muchas de ellas excepcionales por derecho propio - pero el jurado sentía que ninguno de ellos abarcaba en sí mismo todos los elementos.
Varios compositores fueron entonces invitados a enviar canciones para su evaluación, de la que surgió Receive the Power como la más apropiada para la JMJ08.
Una demostración de la grabación fue enviada al Pontificio Consejo para los Laicos - el cuerpo del Vaticano encargado de supervisar los preparativos de la Jornada Mundial de la Juventud - lo que garantizó su aprobación y apoyo en abril.
Receive the Power reunirá a jóvenes católicos de todos los lugares en la Jornada Mundial de la Juventud en 2008.

Repara mi casa

Un estracto de la vida de San Francisco de Asis:

"Un día que Francisco salió a meditar al campo, pasó por la Iglesia de San Damián, que el tiempo había deteriorado. Movido por el Espíritu, entró a orar. De rodillas ante una imagen del Crucificado, fue inundado de gran fervor y consuelo mientras oraba. Mientras que sus ojos llenos de lágrimas contemplaban la Cruz del Señor, escuchó corporalmente una voz que procedía de la Cruz que le decía tres veces: "Francisco, vete y repara mi casa que como ves, está amenazando ruina." Temblando de asombro, Francisco quedó pasmado por esta voz formidable, pues se encontraba solo en la iglesia y al llegarle la fuerza de las palabras divinas quedó absorto en éxtasis. Habiendo recobrado sus sentidos, se dispuso con todo el corazón a obedecer el mandato recibido. Puso manos a la obra de reparar la Iglesia de San Damián materialmente, pero las palabras más bien se referían a esa Iglesia que Cristo compró con su propia sangre, según se lo dió a entender el Espíritu Santo cuando más tarde comunicó a los frailes lo sucedido". (Adaptado de la Vida de San Francisco por San Buenaventura)

Juan XXIII , Decalogo de la serenidad.

DECALOGO DE LA SERENIDAD JUAN XXIII (Para todos los dias)



Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.



Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie sino a mí mismo.



Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino también en este.



Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que todas las circunstancias se adapten a mis deseos.



Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.



Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.



Sólo por hoy haré por lo menos una sola cosa que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.



Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré a cabalidad, pero lo redactaré y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.



Sólo por hoy creeré aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.



Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y creer en la bondad.

domingo, 1 de julio de 2007

Oracion de san Francisco de Asis


Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .


Donde hay odio, que lleve yo el Amor.

Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.

Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.

Donde haya duda, que lleve yo la Fe.

Donde haya error, que lleve yo la Verdad.

Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.

Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.


Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;

ser comprendido, sino comprender;

ser amado, como amar.


Porque es:

Dando , que se recibe;

Perdonando, que se es perdonado;

Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.