martes, 30 de octubre de 2007

Album de la 1ª visita de Juan Pablo II a España


Pincha aqui y veras el album de la 1ª Visita de Juan Pablo II hace 25 años.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Como realizar una buena confesion


Pésame Dios mío el haberte ofendido, sobre todo porque te ofendí a ti, que tanto me amas.
Propongo firmemente, con la ayuda de tu gracia, no volver a pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado, amén...

Cómo realizar una buena Confesión

La Iglesia nos propone cinco pasos a seguir para hacer una buena confesión y aprovechar así al máximo las gracias de este maravilloso sacramento.

Estos pasos expresan simplemente un camino hacia la conversión, que va desde el análisis de nuestros actos, hasta la acción que demuestra el cambio que se ha realizado en nosotros.

1. Examen de Conciencia
Ponernos ante Dios que nos ama y quiere ayudarnos. Analizar nuestra vida y abrir nuestro corazón sin engaños.
2. Arrepentimiento
Sentir un dolor verdadero por haber pecado ya que hemos lastimado al quien más nos quiere: Dios.
3. Propósito de no volver a pecar
Si verdaderamente amo, no puedo seguir lastimando al amado. De nada sirve confesarnos si no queremos mejorar. Podemos caer de nuevo por debilidad, pero lo importante es la lucha, no la caída.
4. Decir los pecados al confesor
El sacerdote es un instrumento de Dios. Hagamos a un lado la "vergüenza" o el "orgullo" y abramos nuestra alma seguros de que es Dios quien nos escucha.
5. Recibir la absolución y cumplir la penitencia
Es el momento más hermoso, pues recibimos el perdón de Dios. La penitencia es un acto sencillo que representa nuestra reparación por las faltas que cometimos.



Breve cuestionario para el examen de conciencia


Con el objetivo de analizar profundamente los actos que hemos hecho desde la última confesión, algunas veces puede resultar útil ayudarse de un cuestionario que nos ayude a llegar a esos rincones íntimos de la conciencia que nos pueden pasar desapercibidos.





Mi actitud y mis acciones u omisiones hacia Dios:


¿Creo verdaderamente en Dios o confío más en brujerías, amuletos, supersticiones, horóscopos o "energías"?
¿Amo a Dios sobre todas las cosas o amo más a las cosas materiales?
¿Voy a Misa los domingos y trato de descansar ese día para dedicarlo a Dios?
¿Me confieso y comulgo frecuentemente?
¿Hago oración, entendida como un diálogo íntimo con Dios?
¿He usado el nombre de Dios sin respeto? ¿Pido ayuda a la Virgen y al Espíritu Santo?
¿Defiendo a la Iglesia y a sus representantes?



Mi actitud y mis acciones u omisiones hacia los demás:


¿Trato bien a mi familia?
¿Busco hacerlos felices o que se haga lo que yo digo?
¿Los respeto o los maltrato?
¿Trato bien a los demás?
¿Soy justo con todos?
¿Ayudo a los necesitados?
¿He matado, robado o mentido?
¿He hecho daño a alguien?
¿Acostumbro hablar mal o pensar mal de los demás?



Mi actitud y mis acciones u omisiones hacia mí mismo:


¿Lucho por ser mejor cada día?
¿He controlado mi carácter?
¿He respetado mi cuerpo y el de los demás?
¿He alejado de mi mente los malos pensamientos?
¿He sido fiel en mi matrimonio?
¿He sido leal a mis amistades?
¿Siento envidia de los demás, por lo que son o lo que tienen?

miércoles, 17 de octubre de 2007

El Papa anuncia nuevo consistorio para la creacion de Cardenales.


Listado completo de los nuevos cardenales nombrados por Benedicto XVI


1. Mons. Leonardo Sandri, Prefetto della Congregazione per le Chiese Orientali;

2. Mons. John Patrick Foley, Pro-Gran Maestro dell’Ordine Equestre del Santo Sepolcro di Gerusalemme;

3. Mons. Giovanni Lajolo, Presidente della Pontificia Commissione e del Governatorato dello Stato della Città del Vaticano;

4. Mons. Paul Joseph Cordes, Presidente del Pontificio Consiglio “Cor Unum”;

5. Mons. Angelo Comastri, Arciprete della Basilica Vaticana, Vicario Generale per lo S.C.V. e Presidente della Fabbrica di San Pietro;

6. Mons. Stanislaw Rylko, Presidente del Pontificio Consiglio per i Laici;

7. Mons. Raffaele Farina, Archivista e Bibliotecario di S.R.C.;

8. Mons. Agustín García-Gasco Vicente, Arcivescovo di Valencia (Spagna);

9. Mons. Seán Baptist Brady, Arcivescovo di Armagh (Irlanda);

10. Mons. Lluís Martínez Sistach, Arcivescovo di Barcellona (Spagna);

11. Mons. André Vingt-Trois, Arcivescovo di Parigi (Francia);

12. Mons. Angelo Bagnasco, Arcivescovo di Genova (Italia);

13. Mons. Théodore-Adrien Sarr, Arcivescovo di Dakar (Senegal);

14. Mons. Oswald Gracias, Arcivescovo di Bombay (India);

15. Mons. Francisco Robles Ortega, Arcivescovo di Monterrey (Messico);

16. Mons. Daniel N. DiNardo, Arcivescovo di Galveston-Houston (Stati Uniti d’America);

17. Mons. Odilio Pedro Scherer, Arcivescovo di São Paulo (Brasile);

18. Mons. John Njue, Arcivescovo di Nairobi (Kenya).

Desidero inoltre elevare alla dignità cardinalizia tre venerati Presuli e due benemeriti
ecclesiastici, particolarmente meritevoli per il loro impegno al servizio della Chiesa:

1. S.B. Emmanuel III Delly, Patriarca di Babilonia dei Caldei;

2. Mons. Giovanni Coppa, Nunzio Apostolico;

3. Mons. Estanislao Esteban Karlic, Arcivescovo emerito di Paraná (Argentina);

4. P. Urbano Navarrete, S.I., già Rettore della Pontificia Università Gregoriana;

5. P. Umberto Betti, O.F.M., già Rettore della Pontificia Università Lateranense.

martes, 16 de octubre de 2007

Hace 29 años , Juan Pablo II fue elegido Obispo de Roma


Reproducimos en la lengua original las primeras pala bras de Juan Pablo II como Sumo Pontifice:

Sia lodato Gesù Cristo.

Carissimi fratelli e sorelle,

siamo ancora tutti addolorati dopo la morte del nostro amatissimo Papa Giovanni Paolo I. Ed ecco che gli Eminentissimi Cardinali hanno chiamato un nuovo vescovo di Roma. Lo hanno chiamato da un paese lontano... lontano, ma sempre così vicino per la comunione nella fede e nella tradizione cristiana.Ho avuto paura nel ricevere questa nomina, ma l’ho fatto nello spirito dell’ubbidienza verso Nostro Signore Gesù Cristo e nella fiducia totale verso la sua Madre, la Madonna Santissima.

Non so se posso bene spiegarmi nella vostra... nostra lingua italiana. Se mi sbaglio mi correggerete. E così mi presento a voi tutti, per confessare la nostra fede comune, la nostra speranza, la nostra fiducia nella Madre di Cristo e della Chiesa, e anche per incominciare di nuovo su questa strada della storia e della Chiesa, con l’aiuto di Dio e con l’aiuto degli uomini.

Rap cristiano:Dando tu vida

Un Rap en honor de los Martires dek Siglo XX en España

Pincha , y encontraras en la siguiente pagina el link para escuchar este rap.

lunes, 15 de octubre de 2007

Poesia de Santa Teresa de Jesus



Mi Amado para mí
Ya toda me entregué y di
Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mi
Y yo soy para mi Amado.

Cuando el dulce Cazador
Me tiró y dejó herida
En los brazos del amor
Mi alma quedó rendida,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.

Hirióme con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Muero porque no muero
Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí
Después que muero de amor,
Porque vivo en el Señor
Que me quiso para Sí.
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero:
Que muero porque no muero.

Esta divina prisión
Del amor con que yo vivo
Ha hecho a Dios mi cautivo
Y libre mi corazón;
Y causa en mí tal pasión
Ver a Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.

¡Ay, que larga es esta vida,
Qué duros estos destierros,
Esta cárcel y estos hierros
En que el alma esta metida!
Sólo esperar la salida
Me causa dolor tan fiero,
Que muero porque no muero.

iAy, que vida tan amarga
Do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
No lo es la esperanza larga:
Quíteme Dios esta carga
Más pesada que el acero,
Que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
Vivo de que he de morir,
Porque muriendo el vivir
Me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
No te tardes, que te espero,
Que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
Vida, no me seas molesta,
Mira que sólo te resta,
Para ganarte, perderte;
Venga ya la dulce muerte,
Venga el morir muy ligero,
Que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
Que es la vida verdadera,
Hasta que esta vida muera
No se goza estando viva.
Muerte, no seas esquiva;
Viva muriendo primero,
Que muero porque no muero.

Vida, ¿que puedo yo darle
A mi Dios que vive en mí,
Si no es perderte a ti
Para mejor a El gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
Pues a El solo es al que quiero.
Que muero porque no muero.

Búscate en mí
Alma, buscarte has en Mí,
Y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor,
Alma, en Mí te retratar,
Que ningún sabio pintor
Supiera con tal primor
Tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada
Hermosa, bella, y ansí
En mis entrañas pintada,
Si te pierdes, mi amada,
Alma, buscarte has en Mí.

Que Yo sé que te hallarás
En mi pecho retratada
Y tan al vivo sacada,
Que si te ves te holgarás
Viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres
Donde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
Sino, si hallarme quisieres
A Mí, buscarme has en ti.

Porque tú eres mi aposento,
Eres mi casa y morada,
Y ansí llamo en cualquier tiempo,
Si hallo en tu pensamiento
Estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme,
Porque para hallarme a Mí,
Bastará solo llamarme,
Que a ti iré sin tardarme
Y a Mí buscarme has en ti.

Vuestra Soy
Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,

Eterna sabiduría,

Bondad buena al alma mía,

Dios, alteza, un ser, bondad,

La gran vileza mirad

Que hoy os canta amor ansí.

¿Qué mandáis hacer de mí?



Vuestra soy, pues me criastes;

Vuestra, pues me redimistes;

Vuestra, pues que me sufristes;

Vuestra, pues que me llamastes;

Vuestra, pues me conservastes;

Vuestra, pues no me perdí.

¿Qué mandáis hacer de mí?

¿Que mandáis, pues, buen Señor,

Que haga tan vil criado?

¿Cuál oficio le havéis dado

A este esclavo pecador?

Veisme aquí, mi dulce Amor,

Amor dulce, veisme aquí,

¿Qué mandáis hacer de mí?



Veis aquí mi corazón,

Yo le pongo en vuestra palma

Mi cuerpo, mi vida y alma,

Mis entrañas y afición;

Dulce Esposo y redención,

Pues por vuestra me ofrecí

¿Qué mandáis hacer de mí?



Dadme muerte, dadme vida:

Dad salud o enfermedad,

Honra o deshonra me dad,

Dadme guerra o paz cumplida,

Flaqueza o fuerza a mi vida,

Que a todo digo que sí.

¿Qué mandáis hacer de mí?



Dadme riqueza o pobreza,

Dadme consuelo o desconsuelo,

Dadme alegría o tristeza,

Dadme infierno o dadme cielo,

Vida dulce, sol sin velo,

Pues del todo me rendí.

¿Qué mandáis hacer de mí?



Si queréis, dadme oración,

Si no, dadme sequedad,

Si abundancia y devoción,

Y si no esterilidad.

Soberana Majestad,

Sólo hallo paz aquí.

¿Qué mandáis hacer de mí?



Dadme, pues, sabiduría,

O por amor ignorancia.

Dadme años de abundancia

O de hambre y carestía,

Dad tiniebla o claro día,

Revolvedme aquí o allí.

¿Qué mandáis hacer de mí?



Si queréis que este holgando,

Quiero por amor holgar,

Si me mandáis trabajar,

Morir quiero trabajando.

Decid, dónde, cómo y cuándo.

Decid, dulce Amor, decid.

¿Qué mandáis hacer de mí?



Dadme Calvario o Tabor,

Desierto o tierra abundosa,

Sea Job en el dolor,

O Juan que al pecho reposa;

Sea viña fructuosa

O estéril, si cumple ansí.

¿Qué mandáis hacer de mí?



Sea Josef puesto en cadenas

O de Egipto Adelantado,

O David sufriendo penas,

O ya David encumbrado.

Sea Jonás anegado,

O libertado de allí.

¿Qué mandáis hacer de mí?



Esté callando o hablando,

Haga fruto o no le haga,

Muéstreme la Ley mi llaga,

Goce de Evangelio blando,

Esté penando o gozando,

Sólo Vos en mí vivid.

¿Qué mandáis hacer de mí?



Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Hermosura de Dios
¡Oh, Hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
Y sin dolor deshacéis
El amor de las criaturas.

¡Oh, ñudo que así juntáis
Dos cosas tan desiguales!
No sé por qué os desatáis,
Pues atado fuerza dais
A tener por bien los males.

Juntáis quien no tiene ser
Con el Ser que no se acaba:
Sin acabar acabáis,
Sin tener que amar amáis,
Engrandecéis vuestra nada
Ayes del destierro
¡Cuán triste es, Dios mío;
La vida sin ti!
Ansiosa de verte
Deseo morir.

Carrera muy larga
Es la de este suelo,
Morada penosa,
Muy duro destierro.
¡Oh dueño adorado,
Sácame de aquí!
Ansiosa de verte
Deseo morir.

Lúgubre es la vida,
Amarga en estremo;
Que no vive el alma
Que está de ti lejos.
¡Oh dulce bien mío,
Que soy infeliz!
Ansiosa de verte
Deseo morir.

iOh muerte benigna,
Socorre mis penas!
Tus golpes son dulces,
Que el alma libertan.
iQue dicha, oh mi amado,
Estar junto a Ti!
Ansiosa de verte
Deseo morir.

El amor mundano
Apega a esta vida;
El amor divino
Por la otra suspira.
Sin ti, Dios eterno,
¿Quien puede vivir?
Ansiosa de verte
Deseo morir.

La vida terrena
Es continuo duelo;
Vida verdadera
La hay sólo en el cielo.
Permite, Dios mío,
Que viva yo allí.
Ansiosa de verte
Deseo morir.

¿Quien es el que teme
La muerte del cuerpo,
Si con ella logra
Un placer inmenso?
¡Oh, sí, el de amarte,
Dios mío, sin fin!
Ansiosa de verte
Deseo morir.

Mi alma afligida
Gime y desfallece.
iAy! ¿Quien de su amado
Puede estar ausente?
Acabe ya, acabe
Aqueste sufrir.
Ansiosa de verte
Deseo morir.

El barbo cogido
En doloso anzuelo
Encuentra en la muerte
El fin del tormento.
iAy!, también yo sufro,
Bien mío, sin ti.
Y Ansiosa de verte
Deseo morir.

En vano mi alma
Te busca, ioh mi dueño!;
Tu siempre invisible
No alivias su anhelo.
iAy!, esto la inflama
Hasta prorrumpir:
Ansiosa de verte
Deseo morir.

iAy!, cuando te dignas
Entrar en mí pecho,
Dios mío, al instante
El perderte temo.
Tal pena me aflige
Y me hace decir:
Ansiosa de verte
Deseo morir.

Haz, Señor, que acabe
Tan larga agonía,
Socorre a tu sierva
Que por ti suspira.
Rompe aquestos hierros
Y sea feliz.
Ansiosa de verte
Deseo morir.

Mas no, dueño amado,
Que es justo padezca;
Que expíe mis yerros,
Mis culpas inmensas.
iAy!, logren mis lágrimas
Te dignes oír
Ansiosa de verte
Deseo morir.

Loas a la Cruz
Cruz, descanso sabroso de mi vida,
Vos seáis la bienvenida.

iOh bandera, en cuyo amparo
El más flaco será fuerte!
iOh, vida de nuestra muerte,
Que bien la has resucitado!
AI león has amansado,
Pues por ti perdió la vida.
Vos seáis la bienvenida.

Quien no os ama está cautivo
Y ajeno de libertad;
Quien a vos quiere allegar
No tendrá en nada desvío.
iOh dichoso poderío
Donde el mal no halla cabida!
Vos seáis la bienvenida.

Vos fuisteis la libertad
De nuestro gran cautiverio;
Por vos se reparó mi mal
Con tan costoso remedio,
Para con Dios fuiste medio
De alegría conseguida.
Vos seáis la bienvenida.

La Cruz
En la cruz esta la vida
Y el consuelo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.

En la cruz esta el Señor
De cielo y tierra
Y el gozar de mucha paz,
Aunque haya guerra,
Todos los males destierra
En este suelo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.

De la cruz dice la Esposa
A su Querido
Que es una palma preciosa
Donde ha subido,
Y su fruto le ha sabido
A Dios del cielo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.

Es una oliva preciosa
La santa cruz,
Que con su aceite nos unta
Y nos da luz.
Toma, alma mía, la cruz
Con gran consuelo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.

Es la cruz el árbol verde
Y deseado
De la Esposa que a su sombra
Se ha sentado
Para gozar de su Amado,
El Rey del cielo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.

El alma que a Dios está
Toda rendida,
Y muy de veras del mundo
Desasida
La cruz le es árbol de vida
Y de consuelo,
Y un camino deleitoso
Para el cielo.

Después que se puso en cruz
El Salvador,
En la cruz esta la gloria
Y el honor,
Y en el padecer dolor
Vida y consuelo,
Y el camino mas seguro
Para el cielo.

sábado, 13 de octubre de 2007

Oraciones de Fatima


Oraciones de Fátima



Las oraciones enseñadas en Fátima por el Angel y por Nuestra Señora ayudan a viver el mesaje, que como dice el Papa Juan Pablo II, es da de conversión y da vivencia en la gracia de Dios (Fátima, 1982).

ORACIONES DEL ANGEL


«Dios mío, yo creo, adoro, espero y Os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no Os aman.»
«Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Os adoro profundamente y Os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.»

ORACIONES DE NUESTRA SEÑORA


La Hermana Lucia cuenta en la 4.ª Memoria, que Nuestra Señora, en la aparición del 13 de julio de 1917, les recomendó:
«Sacrificaos por los pecadores, y decid muchas veces, en especial cuando hagáis algún sacrificio: Oh Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María.»
En la misma aparición, Nuestra Señora volvió a insistir:
«Cuando recéis el rosario decid, al final de cada misterio: Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente las más necesitadas”

viernes, 12 de octubre de 2007

Jesus Sacramentado: SANTA MISA Y PERDON


A la hora de tu muerte,
tu mayor consuelo serán las Misas
que durante tu vida oíste.

Cada Misa
que oíste te acompañará en el tribunal divino
y abogará para que alcances perdón.

Con cada Misa
puedes disminuir el castigo temporal
que debes por tus pecados,
en proporción con el fervor con que la oigas.

Con la asistencia devota
a la Santa Misa
rindes el mayor homenaje a la Humanidad
Santísima de Nuestro Señor.

La Santa Misa
bien oída suple tus muchas
negligencias y omisiones.

Por la Santa Misa
bien oída se te perdonan todos los pecados
veniales que estás resuelto a evitar,
y muchos otros
de que ni siquiera te acuerdas.

Por ella pierde también el demonio
dominio sobre ti.
Ofreces el mayor consuelo
a las benditas ánimas del Purgatorio.
Consigues bendiciones
en tus negocios y asuntos temporales.

Una Misa
oída mientras vivas te aprovechará
mucho más que muchas que ofrezcan por ti
después de la muerte.
Te libras de muchos peligros y desgracias
en los cuales quizás caerías
sino fuera por la Santa Misa.
Acuérdate también de que con ella
acortas tu Purgatorio.

Con cada Misa
aumentarás tus grados de gloria en el Cielo.
En ella recibes la bendición del sacerdote,
que Dios ratifica en el cielo.

Al que oye Misa todos los días,
Dios lo librará de una muerte trágica
y el Angel de la guarda tendrá presentes
los pasos que dé para ir a la Misa,
y Dios se los premiará en su muerte.

Durante la Misa
te arrodillas en medio de una multitud
de ángeles que asisten invisiblemente
al Santo Sacrificio con suma reverencia.

Cuando oímos misa en honor
de algún Santo en particular,
dando a Dios gracias
por los favores concedidos a ese Santo,
no podemos menos de granjearnos
su protección y especial amor,
por el honor, gozo y felicidad
que de nuestra buena obra se le sigue.

Todos los días
que oigamos Misa
estaría bien que además
de las otras intenciones, tuviéramos
la de honrar al Santo del día.

La Misa es el don
más grande que se puede ofrecer al Señor
por las almas, para sacarlas del purgatorio,
librarlas de sus penas
y llevarlas a gozar de la gloria.
– San Bernardo de Sena.

El que oye Misa
hace oración, da limosna o reza
por las almas del Purgatorio,
trabaja en su propio provecho.
– San Agustín.

Por cada Misa
celebrada u oídas con devoción,
muchas almas salen del Purgatorio,
y a las que allí quedan
se les disminuyen las penas que padecen.
– San Gregorio el Grande, Papa.

Durante la celebración de la Misa
se suspenden las penas de las almas
por quienes ruega y obra el sacerdote,
y especialmente de aquellas
por las que ofrece la Misa.
–San Gregorio el Grande

Puedes ganar también Indulgencia Plenaria
todos los lunes del año
ofreciendo la santa Misa y Comunión
en sufragio de las benditas almas del Purgatorio.
Para los fieles que no pueden oír Misa el lunes
vale que la oigan el domingo con esa intención.
Se suplica que apliquen todas las indulgencias
en sufragio de las Almas del Purgatorio,
pues Dios nuestro Señor, y ellas
le recompensaran esta caridad.

La Santa Misa es la
renovación del Sacrificio el Calvario
el Mayor acto de adoración
a la Santísima Trinidad.
Por eso es obligación oírla
todos los domingos y fiestas de guardar.

DIOS TE BENDIGA!

Mision Joven de Madrid : VIDEO


Pincha y veras este video sobre la Mision Joven de Madid.

Mision Joven de Madid

jueves, 11 de octubre de 2007

Bendita sea tu Pureza: Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra



Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A Tí, celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.

Guia del Cristiano Joven "Salir del Agujero"


Pablo: Texto interesante. No es exactamente una iniciativa
Es posible que ya lo tengáis pero por si acaso... ¡Puede dar ideas a alguien!

SALIR DEL AGUJERO

No hablo de salir del armario para evitar equívocos; pero es cierto que hay demasiados cristianos voluntariamente escondidos en el guetto; católicos apocados que ocultan su fe como si se tratara de una neurosis y viven en su gazapera, aconejados, sin atreverse a enseñar la oreja. Les han dicho que la fe es algo íntimo y personal; que han de ser respetuosos incluso con los que no lo son. De acuerdo; pero también el embarazo es íntimo y se luce con orgullo sin el menor recato. Tal como se están poniendo las cosas lo católicos tenemos la obligación de dar la nota. Cuando el silencio se interpreta como aquiesciencia, es un deber moral dar la cara, y, sin agredir a nadie, cantar las cuarenta al lucero del alba.
¿Y qué haremos para salir del agujero? ¿Cómo daremos la nota?

Mi amigo Kloster, que es un hombre sabio y no tiene pelos en la pluma, dictó estas sabias recetas que transcribo sin más preámbulos:

- Cuando vayas de turista a una catedral, saluda ante todo al Dueño y Señor de la casa, que vive en la Capilla del Santísimo. No te limites a admirar las vidrieras. No olvides que las iglesias son Sagrarios, no meros edificios de interés cultural.
- No te importe quedar con tus amigos "después de Misa". A lo mejor alguno se anima y queda contigo "antes".

- Limpia y enriquece tu lenguaje. Nada tengo contra el taco como interjección lírica, que, usado con moderación, sosiega el ánimo; pero la mugre sobra. ¿Para qué tantas referencias glandulares, tanta alusión al presunto oficio de la madre de un tercero, tanta basura sexual? No sé si la cara es el espejo del alma (espero que no), pero el idioma sí que lo es.

- Y hablando del lenguaje, no es preciso que digas "Jesús" cada vez que oigas un estornudo, pero habrá que poner de moda algunas viejas y entrañables expresiones: "si Dios quiere", "con la ayuda de Dios", "adiós" ... Sustituirán con ventaja al "hasta luego" que todo el mundo profiere aunque se despidan para la eternidad.

- Di a tu novia que se tape el ombligo y sus alrededores; que prefieres mirarla a los ojos, porque es lo único que no envejece. A lo mejor se ruboriza de gusto. Y tú, no es preciso que exhibas la etiqueta de tu ropa interior. Esos pantalones, que ya utilizaba Cantinflas hace cincuenta años, francamente, son una horterada.

- Cuando empieces a salir con una "niña supermona" (o un "niño supermono"), pregúntale qué piensa sobre Dios, la Iglesia, la familia, los hijos... Y no olvides que, en el noviazgo, es más importante conocerse que tocarse.

- Si vas al restaurante un viernes de cuaresma, pide al camarero que te enseñe el menú de vigilia. Si no lo entiende, llama el chef y se lo explicas. Y, antes de comer, bendice la mesa. Si se dan cuenta los vecinos, mejor para ellos.

- Cuando estés de viaje y llegues al hotel en una ciudad desconocida, di en recepción que te informen sobre los horarios de Misas de las iglesias más cercanas. Si son buenos profesionales, harán la gestión sin mover un músculo. Cosa más insólitas les piden cada día.

- Cuando hables de tu novia con tus amigos evita la terminología culinaria o troglodita: Fulanita no "está buena" porque no es objeto de consumo. Te sugeriría dos docenas de alternativas, pero sonarían un poco antiguas. Seguro que tú mismo sabrás inventar otras. Sé creativo.

- No toleres la blasfemia en tu entorno. Si la atmósfera se pone apestosa, basta con una frase ingeniosa y contundente, como la que empleó mi amiga Natalia hace años: " oye, tío, ¿por qué no insultas a tu padre y dejas al mío en paz?" Natalia tiene una voz aguda y un tanto chillona. A su "amigo" se le atragantó la pepsi.

- Y si el estudio de la tele se convierte en un zoo, en un catre o en un retrete(sin perdón, que así se llama), tira de la cadena y coge un libro. O refúgiate en la 2, donde los animalitos son más limpios y honrados.

- Manda un mail a tu periódico, a tu emisora o a tu columnista favorito, sobre todo cuando hacen las cosas bien. Levántales el ánimo, que buena falta hace.

- Utiliza Internet sin miedo y echa la red -es decir la web- para pescar: participa en los debates, da doctrina, difunde los links cristianos. Forma un grupo de amigos cibernautas y llévales el mensaje de Jesucristo.

- Pero no te olvides de poner un filtro para que no entre en casa la basura cibernética. No se trata sólo de proteger a los niños. Los adultos estamos igual de indefensos porque todos somos corruptibles y capaces de las mayores aberraciones. Si tuvieses siempre sobre la mesa un montón de revistas pornográficas, ¿estás seguro de que nunca echarías una ojeada?

- ¿Y que ocurriría si, sobre esa mesa de trabajo, hubiese una imagen de la Virgen? A Luisa, cuando la puso por primera vez en su oficina, se la rompieron.
Volvió a poner otra, y la pintarrajearon. La tercera fue sustituida por una foto pornográfica...; pero la guerra no duró mucho. Desde hace más de un año nadie toca su imagen de la Virgen de Guadalupe. Y su amiga Marijose ha puesto otra.

- En tu casa, piso o apartamento también podrías poner un buen cuadro de Santa María. Es fácil encontrar uno que sintonice con su estilo: los hay para todos los gustos.

- Quítate ese colmillo de gorila que llevas al cuello. Cualquiera diría que se lo arrancaste a una amiga de la infancia. Una medalla-escapulario es mucho más práctica. Ahora muchos chavales se cuelgan el rosario como si fuera un collar. Aprovecha la ocasión para explicarles cómo se usa.

- Visita a tu párroco alguna vez. Necesita sentir el afecto de sus feligreses. Dales ideas, cuéntale el último chiste, fumaos un pitillo juntos (con permiso de la ministra), y escúchale, que a veces está muy sólo.

- En el cestillo de la Misa echa papel moneda. La calderilla está bien para las propinas o los parquímetros, pero en la Iglesia necesitan algo más que las sobras. Y en el mes de junio pon la equis donde tú sabes.

- En verano, llévate a Jesús de vacaciones. Él solía ir también a la montaña y a la playa. Y comía pescado a la brasa al anochecer. Aprende a descansar a su lado, sin huir. No lo mandes a un asilo ni lo abandones en la primera gasolinera.

- Habla de Dios a tus amigos. "Hablar de" es hablar de uno mismo, de lo que Él ha hecho contigo. Por eso cuesta. Hacer apostolado es quedarse a la intemperie, pero vale la pena.

- Y si es necesario, sal a la calle con una pancarta. Algunas veces los cristianos tenemos que manifestarnos, hacer bulto y gritar fuerte, llenando las avenidas y las plazas de las grandes ciudades. No quemes papeleras ni estropees el mobiliario urbano. Lleva a los viejos y a los niños, que somos gentes de paz y no correrán riesgos.
PÁSALO.

Defiende la vida:¡ABORTO NO!


Un video conmovedor sobre el aborto.

voz interior adolecente

Te propongo que despues de ver este Video reces por todos los niños que mueren por causa del Aborto.

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.Amen

Dios te salve María
llena eres de gracia
el Señor es contigo;
bendita tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la ahora
de nuestra muerte. Amén

Dale Señor el descanso eterno.
Brille para él la luz perpetua.
Descanse en paz. Amén

sábado, 6 de octubre de 2007

jueves, 4 de octubre de 2007

Temporas de Peticion y Accion de Gracias: Evangelio


EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 7-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!»

LAS TÉMPORAS DE ACCIÓN DE GRACIAS Y DE PETICIÓN

LAS TÉMPORAS DE ACCIÓN DE GRACIAS Y DE PETICIÓN



«Las Témporas —dice el Misal— son días de acción de gracias y de petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual» (p.648). La celebración ha sido fijada en España para el día 5 de octubre, pues su localización en el calendario e incluso su duración dependen de las Conferencias Episcopales de cada país.

Las Témporas, y con ellas las Rogativas, son una antiquísima institución litúrgica ligada a las cuatro estaciones del año. Su finalidad consistía en reunir a la comunidad, para que, mediante el ayuno y la oración, se diese gracias a Dios por los frutos de la tierra y se invocase su bendición sobre el trabajo de los hombres. Las Témporas nacieron en Roma y se difundieron con la liturgia romana, al mismo tiempo que sus libros litúrgicos. Al principio tuvieron lugar en las estaciones del otoño, invierno y verano, exactamente, en los meses de septiembre, diciembre y junio. Pero muy pronto debió de añadirse la celebración correspondiente a la primavera, en plena Cuaresma. Por algunos sermones de San León Magno se concoce el significado de estas jornadas penitenciales, que comprendían la eucaristía, además del ayuno, los miércoles y los viernes de la semana en que tenían lugar. El sábado había una vigilia, que terminaba con la eucaristía también, bien entrada la noche, de forma que ésa era la celebración eucarística del domingo.

La proximidad con algunas grandes solemnidades, como Navidad y Pentecostés, y la coincidencia con algún tiempo litúrgico, proporcionaban un colorido especial a la celebración de las respectivas Témporas. Pretender relacionarlas con cultos naturalistas precristianos es pura imaginación, aunque es evidente su relación con la vida agraria y campesina, la vida propia de aquellos tiempos. En el fondo, las Témporas son un acercamiento mutuo de la liturgia y la vida humana, en el afán de encontrar en Dios la fuente de todo don y la santificación de la tarea de los hombres.

Por eso, hoy, considerada la extensión de la Iglesia y su presencia en los pueblos más diversos, se imponía una revisión y una adaptación de esta vieja celebración litúrgica, que ya no tiene por qué ser agraria ni campesina únicamente, sino que puede ser muy bien urbana y cercana a las preocupaciones del hombre del cemento y del reloj de cuarzo. Lo importante es que en un día, o en tres, según la duración elegida, se viva y se celebre la obra de Dios en el hombre y con la ayuda del hombre; con un espíritu de fe y de acción de gracias propios del creyente, que sabe que lo temporal tiene su propia autonomía, pero sin romper con Dios y sin ir en contra de su voluntad salvadora: «Todo es vuestro; pero vosotros sois de Cristo, y Cristo, de Dios» (1 Cor 3,22-23).

EL AÑO LITÚRGICO
Julián López Martín

miércoles, 3 de octubre de 2007

Vida de San Francisco de Asis


Nació en Asís (Italia), el año 1182. Después de una juventud disipada en diversiones, se convirtió, renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica, predicando a todos el amor de Dios. Dio a sus seguidores unas sabias normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Inició también una Orden de religiosas y un grupo de penitentes que vivían en el mundo, así como la predicación entre los infieles. Murió el año 1226.
Un santo para todos
Ciertamente no existe ningún santo que sea tan popular como él tanto entre católicos como entre los protestantes y aun entre los no cristianos. San Francisco de Asís cautivó la imaginación de sus contemporáneos presentándoles la pobreza, la castidad y la obediencia con la pureza y fuerza de un testimonio radical.
Llegó a ser conocido como el Pobre de Asís por su matrimonio con la Pobreza, su amor por los pajarillos y toda la naturaleza. Todo ello refleja un alma en la que Dios lo era todo sin división, un alma que se nutría de las verdades de la fe católica y que se había entregado enteramente, no sólo a Cristo, sino a Cristo crucificado.
Nacimiento y vida familiar de un caballero
Francisco nació en Asís, ciudad de Umbría, en el año 1182. Su padre, Pedro Bernardone, era comerciante. El nombre de su madre era Pica y algunos autores afirman que pertenecía a una noble familia de la Provenza. Tanto el padre como la madre de Francisco eran personas acomodadas. Pedro Bernardone comerciaba especialmente en Francia. Como se hallase en dicho país cuando nació su hijo, las gentes le apodaron "Francesco" (el francés), por más que en el bautismo recibió el nombre de Juan. En su juventud, Francisco era muy dado a las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores. Disponía de dinero en abundancia y lo gastaba pródigamente, con ostentación. Ni los negocios de su padre, ni los estudios le interesaban mucho, sino el divertirse en cosas vanas que comúnmente se les llama "gozar de la vida". Sin embargo, no era de costumbres licenciosas y acostumbraba a ser muy generoso con los pobres que le pedían por amor de Dios.
Hallazgo de un tesoro
Cuando Francisco tenía unos veinte años, estalló la discordia entre las ciudades de Perugia y Asís y en la guerra, el joven cayó prisionero de los peruginos. La prisión duró un año, y Francisco la soportó alegremente. Sin embargo, cuando recobró la libertad, cayó gravemente enfermo. La enfermedad, en la que el joven probó una vez más su paciencia, fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se sintió con fuerzas suficientes, determinó ir a combatir en el ejército de Galterío y Briena en el sur de Italia. Con ese fin, se compró una costosa armadura y un hermoso manto. Pero un día en que paseaba ataviado con su nuevo atuendo, se topó con un caballero mal vestido que había caído en la pobreza; movido a compasión ante aquel infortunio, Francisco cambió sus ricos vestidos por los del caballero pobre. Esa noche vio en sueños un espléndido palacio con salas colmadas de armas, sobre las cuales se hallaba grabado el signo de la cruz y le pareció oír una voz que le decía que esas armas le pertenecían a él y a sus soldados.
Francisco partió a Apulia con el alma ligera y la seguridad de triunfar, pero nunca llegó al frente de batalla. En Espoleto, ciudad del camino de Asís a Roma, cayó nuevamente enfermo y, durante la enfermedad, oyó una voz celestial que le exhortaba a "servir al amo y no al siervo". El joven obedeció. Al principio volvió a su antigua vida, aunque tomándola menos a la ligera. Las gentes, al verle ensimismado, le decían que estaba enamorado. "Sí", replicaba Francisco, "voy a casarme con una joven más bella y más noble que todas las que conocéis". Poco a poco, con la mucha oración, fue concibiendo el deseo de vender todos sus bienes y comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio.
Aunque ignoraba lo que tenía que hacer para ello, una serie de claras inspiraciones sobrenaturales le hizo comprender que la batalla espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos. Paseándose en cierta ocasión a caballo por la llanura de Asís, encontró a un leproso. Las llagas del mendigo aterrorizaron a Francisco; pero, en vez de huir, se acercó al leproso, que le tendía la mano para recibir una limosna. Francisco comprendió que había llegado el momento de dar el paso al amor radical de Dios. A pesar de su repulsa natural a los leproso, venció su voluntad, se le acercó y le dio un beso. Aquello cambió su vida. Fue un gesto movido por el Espíritu Santo, pidiéndole a Francisco una calidad de entrega, un "sí" que distingue a los santos de los mediocres. A partir de entonces, comenzó a visitar y servir a los enfermos en los hospitales. Algunas veces regalaba a los pobres sus vestidos, otras, el dinero que llevaba.
"Francisco, repara mi Iglesia, pues ya ves que está en ruinas"
En cierta ocasión, mientras oraba en la iglesia de San Damián en las afueras de Asís, el crucifijo, (hoy llamado Crucifijo de San Damián) le repitió tres veces: "Francisco, repara mi casa, pues ya ves que está en ruinas". El santo, viendo que la iglesia se hallaba en muy mal estado, creyó que el Señor quería que la reparase; así pues, partió inmediatamente, tomó una buena cantidad de vestidos de la tienda de su padre y los vendió junto con su caballo. En seguida llevó el dinero al pobre sacerdote que se encargaba de la iglesia de San Damián, y le pidió permiso de quedarse a vivir con él. El buen sacerdote consintió en que Francisco se quedase con él, pero se negó a aceptar el dinero. El joven lo depositó en el alféizar de la ventana. Pedro Bernardone, al enterarse de lo que había hecho su hijo, se dirigió indignado a San Damián. Pero Francisco había tenido buen cuidado de ocultarse.
Renuncia a la herencia de su padre
Al cabo de algunos días pasados en oración y ayuno, Francisco volvió a entrar en la población, pero estaba tan desfigurado y mal vestido, que las gentes se burlaban de él, tomándolo por loco. Pedro Bernardone, muy desconcertado por la conducta de su hijo, le condujo a su casa, le golpeó furiosamente (Francisco tenía entonces veinticinco años), le puso grillos en los pies y le encerró en una habitación. La madre de Francisco se encargó de ponerle en libertad cuando su marido se hallaba ausente y el joven retornó a San Damián. Su padre fue de nuevo a buscarle ahí, le golpeó en la cabeza y le conminó a volver inmediatamente a su casa o a renunciar a su herencia y pagarle el precio de los vestidos que le había tomado.
Su padre le obligó a comparecer ante el obispo Guido de Asís, quien exhortó al joven a devolver el dinero y a tener confianza en Dios: "Dios no desea que su Iglesia goce de bienes injustamente adquiridos." Francisco obedeció a la letra la orden del obispo y añadió: "Los vestidos que llevo puestos pertenecen también a mi padre, de suerte que tengo que devolvérselos." Acto seguido se desnudó y entregó sus vestidos a su padre, diciéndole alegremente: "Hasta ahora tú has sido mi padre en la tierra. Pero en adelante podré decir: Padre nuestro, que estás en los cielos."' Pedro Bernardone abandonó el palacio episcopal "temblando de indignación y profundamente lastimado." El obispo regaló a Francisco un viejo vestido de labrador, que pertenecía a uno de sus siervos. Francisco recibió la primera limosna de su vida con gran agradecimiento, trazó la señal de la cruz sobre el vestido con un trozo de tiza y se lo puso.
Llamado a la renuncia y a la negación
En seguida, partió en busca de un sitio conveniente para establecerse. Iba cantando alegremente las alabanzas divinas por el camino real, cuando se topó con unos bandoleros que le preguntaron quién era. El respondió: "Soy el heraldo del Gran Rey." Los bandoleros le golpearon y le arrojaron en un foso cubierto de nieve. Francisco prosiguió su camino cantando las divinas alabanzas. En un monasterio obtuvo limosna y trabajo como si fuese un mendigo. Cuando llegó a Gubbio, una persona que le conocía, le llevó a su casa y le regaló una túnica, un cinturón y unas sandalias de peregrino. El atuendo era muy pobre pero decente. Francisco lo usó dos años, al cabo de los cuales volvió a San Damián.
Para reparar la iglesia, fue a pedir limosna en Asís, donde todos le habían conocido rico y, naturalmente, hubo de soportar las burlas y el desprecio de más de un mal intencionado. El mismo se encargó de transportar las piedras que hacían falta para reparar la iglesia y ayudó en el trabajo a los albañiles. Una vez terminadas las reparaciones en la iglesia de San Damián, Francisco emprendió un trabajo semejante en la antigua iglesia de San Pedro. Después, se trasladó a una capillita llamada Porciúncula, que pertenecía a la abadía benedictina de Monte Subasio. Probablemente el nombre de la capillita aludía al hecho de que estaba construida en una reducida parcela de tierra.
La Porciúncula se hallaba en una llanura, a unos cuatro kilómetros de Asís y, en aquella época, estaba abandonada y casi en ruinas. La tranquilidad del sitio agradó a Francisco tanto como el título de Nuestra Señora de los Ángeles, en cuyo honor había sido erigida la capilla. Francisco la reparó y fijó en ella su residencia. Ahí le mostró finalmente el cielo lo que esperaba de él, el día de la fiesta de San Matías del año 1209.
En aquella época, el evangelio de la misa de la fiesta decía: "Id a predicar, diciendo: El Reino de Dios ha llegado.. . Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente . . . No poseáis oro ... ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo ... He aquí que os envío como corderos en medio de los lobos. . ." (Mat.10 , 7-19). Estas palabras penetraron hasta lo más profundo en el corazón de Francisco y éste, aplicándolas literalmente, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente con la pobre túnica ceñida con un cordón. Tal fue el hábito que dio a sus hermanos un año más tarde: la túnica de lana burda de los pastores y campesinos de la región. Vestido en esa forma, empezó a exhortar a la penitencia con tal energía, que sus palabras hendían los corazones de sus oyentes. Cuando se topaba con alguien en el camino, le saludaba con estas palabras: "La paz del Señor sea contigo."
Dones extraordinarios
Dios le había concedido ya el don de profecía y el don de milagros. Cuando pedía limosna para reparar la iglesia de San Damián, acostumbraba decir: "Ayudadme a terminar esta iglesia. Un día habrá ahí un convento de religiosas en cuyo buen nombre se glorificarán el Señor y la universal Iglesia." La profecía se verificó cinco años más tarde en Santa Clara y sus religiosas. Un habitante de Espoleto sufría de un cáncer que le había desfigurado horriblemente el rostro. En cierta ocasión, al cruzarse con San Francisco, el hombre intentó arrojarse a sus pies, pero el santo se lo impidió y le besó en el rostro. El enfermo quedó instantáneamente curado. San Buenaventura comentaba a este propósito: "No sé si hay, que admirar más el beso o el milagro".
Nueva orden religiosa y visita al Papa.
Francisco tuvo pronto numerosos seguidores y algunos querían hacerse discípulos suyos. El primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle, un rico comerciante de Asís. Al principio Bernardo veía con curiosidad la evolución de Francisco y con frecuencia le invitaba a su casa, donde le tenía siempre preparado un lecho próximo al suyo. Bernardo se fingía dormido para observar cómo el siervo de Dios se levantaba calladamente y pasaba largo tiempo en oración, repitiendo estas palabras: "Deus meus et omnia" (Mi Dios y mi todo). Al fin, comprendió que Francisco era "verdaderamente un hombre de Dios" y en seguida le suplicó que le admitiese corno discípulo. Desde entonces, juntos asistían a misa y estudiaban la Sagrada Escritura para conocer la voluntad de Dios. Como las indicaciones de la Biblia concordaban con sus propósitos, Bernardo vendió cuanto tenía y repartió el producto entre los pobres.
Pedro de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís, pidió también a Francisco que le admitiese como discípulo y el santo les "concedió el hábito" a los dos juntos, el 16 de abril de 1209. El tercer compañero de San Francisco fue el hermano Gil, famoso por su gran sencillez y sabiduría espiritual.
En 1210, cuando el grupo contaba ya con doce miembros, Francisco redactó una regla breve e informal que consistía principalmente en los consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Con ella se fueron a Roma a presentarla para aprobación del Sumo Pontífice. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las limosnas que la gente les daba.
En Roma no querían aprobar esta comunidad porque les parecía demasiado rígida en cuanto a pobreza, pero al fin un cardenal dijo: "No les podemos prohibir que vivan como lo mandó Cristo en el evangelio". Recibieron la aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en pobreza, en oración, en santa alegría y gran fraternidad, junto a la iglesia de la Porciúncula.
Inocencio III se mostró adverso al principio. Por otra parte, muchos cardenales opinaban que las órdenes religiosas ya existentes necesitaban de reforma, no de multiplicación y que la nueva manera de concebir la pobreza era impracticable.
El cardenal Juan Colonna alegó en favor de Francisco que su regla expresaba los mismos consejos con que el Evangelio exhortaba a la perfección. Más tarde, el Papa relató a su sobrino, quien a su vez lo comunicó a San Buenaventura, que había visto en sueños una palmera que crecía rápidamente y después, había visto a Francisco sosteniendo con su cuerpo la basílica de Letrán que estaba a punto de derrumbarse. Cinco años después, el mismo Pontífice tendría un sueño semejante a propósito de Santo Domingo. Inocencio III mandó, pues, llamar a Francisco y aprobó verbalmente su regla; en seguida le impuso la tonsura, así corno a sus compañeros y les dio por misión predicar la penitencia.
La Porciúncula
San Francisco y sus compañeros se trasladaron provisionalmente a una cabaña de Rivo Torto, en las afueras de Asís, de donde salían a predicar por toda la región. Poco después, tuvieron dificultades con un campesino que reclamaba la cabaña para emplearla como establo de su asno. Francisco respondió: "Dios no nos ha llamado a preparar establos para los asnos", y acto seguido abandonó el lugar y partió a ver al abad de Monte Subasio. En 1212, el abad regaló a Francisco la capilla de la Porciúncula, a condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden. El santo se negó a aceptar la propiedad de la capillita y sólo la admitió prestada. En prueba de que la Porciúncula continuaba como propiedad de los benedictinos, Francisco les enviaba cada año, a manera de recompensa por el préstamo, una cesta de pescados cogidos en el riachuelo vecino. Por su parte, los benedictinos correspondían enviándole un tonel de aceite. Tal costumbre existe todavía entre los franciscanos de Santa María de los Ángeles y los benedictinos de San Pedro de Asís.
Alrededor de la Porciúncula, los frailes construyeron varias cabañas primitivas, porque San Francisco no permitía que la orden en general y los conventos en particular, poseyesen bienes temporales. Había hecho de la pobreza el fundamento de su orden y su amor a la pobreza se manifestaba en su manera de vestirse, en los utensilios que empleaba y en cada uno de sus actos. Acostumbraba llamar a su cuerpo "el hermano asno", porque lo consideraba como hecho para transportar carga, para recibir golpes y para comer poco y mal. Cuando veía ocioso a algún fraile, le llamaba "hermano mosca" porque en vez de cooperar con los demás echaba a perder el trabajo de los otros y les resultaba molesto. Poco antes de morir, considerando que el hombre está obligado a tratar con caridad a su cuerpo, Francisco pidió perdón al suyo por haberlo tratado tal vez con demasiado rigor. El santo se había opuesto siempre a las austeridades indiscretas y exageradas. En cierta ocasión, viendo que un fraile había perdido el sueño a causa del excesivo ayuno, Francisco le llevó alimento y comió con él para que se sintiese menos mortificado.
Somete la carne a las espinas; Dios le otorga sabiduría.
Al principio de su conversión, viéndose atacado de violentas tentaciones de impureza, solía revolcarse desnudo sobre la nieve. Cierta vez en que la tentación fue todavía más violenta que de ordinario, el santo se disciplinó furiosamente; como ello no bastase para alejarla, acabó por revolcarse sobre las zarzas y los abrojos.
Su humildad no consistía simplemente en un desprecio sentimental de sí mismo, sino en la convicción de que "ante los ojos de Dios el hombre vale por lo que es y no más". Considerándose indigno del sacerdocio, Francisco sólo llegó a recibir el diaconado. Detestaba de todo corazón las singularidades. Así cuando le contaron que uno de los frailes era tan amante del silencio que sólo se confesaba por señas, respondió disgustado: "Eso no procede del espíritu de Dios sino del demonio; es una tentación y no un acto de virtud." Dios iluminaba la inteligencia de su siervo con una luz de sabiduría que no se encuentra en los libros. Cuando cierto fraile le pidió permiso de estudiar, Francisco le contestó que, si repetía con devoción el "Gloria Patri", llegaría a ser sabio a los ojos de Dios y él mismo era el mejor ejemplo de la sabiduría adquirida en esa forma.
La Naturaleza
Sus contemporáneos hablan con frecuencia del cariño de Francisco por los animales y del poder que tenía sobre ellos. Por ejemplo, es famosa la reprensión que dirigió a las golondrinas cuando iba a predicar en Alviano: 'Hermanas golondrinas: ahora me toca hablar a mí; vosotras ya habéis parloteado bastante." Famosas también son las anécdotas le los pajarillos que venían a escucharle cuando cantaba las grandezas del Creador, del conejillo que no quería separarse de él en el Lago Trasimeno y del lobo de Gubbio amansado por el santo. Algunos autores consideran tales anécdotas como simples alegorías, en tanto que otros les atribuyen valor histórico.
Aventura de amor con Dios
Los primeros años de la orden en Santa María de los Ángeles fueron un período de entrenamiento en la pobreza y la caridad fraternas. Los frailes trabajaban en sus oficios y en los campos vecinos para ganarse el pan de cada día. Cuando no había trabajó suficiente, solían pedir limosna de puerta en puerta; pero el fundador les había prohibido que aceptasen dinero. Estaban siempre prontos a servir a todo el mundo, particularmente a los leprosos y menesterosos.
San Francisco insistía en que llamasen a los leprosos "mis hermanos cristianos" y los enfermos no dejaban de apreciar esta profunda delicadeza. El número de los compañeros del santo continuaba en aumento, entre ellos se contaba el famoso "juglar de Dios", fray Junípero; a causa de la sencillez del hermanito Francisco solía repetir: "Quisiera tener todo un bosque de tales juníperos." En cierta ocasión en que el pueblo de Roma se había reunido para recibir a fray Junípero, sus compañeros le hallaron jugando apaciblemente con los niños fuera de las murallas de la ciudad. Santa Clara acostumbraba llamarle "el juguete de Dios".
Santa Clara,
Clara había partido de Asís para seguir a Francisco, en la primavera de 1212, después de oírle predicar. El santo consiguió establecer a Clara y sus compañeras en San Damián, y la comunidad de religiosas llegó pronto a ser, para los franciscanos, lo que las monjas de Prouille habían de ser para los dominicos: una muralla de fuerza femenina, un vergel escondido de oración que hacía fecundo el trabajo de los frailes.
Evangeliza a los mahometanos
En el otoño de ese año, Francisco, no contento con todo lo que había sufrido y trabajado por las almas en Italia, resolvió ir a evangelizar a los mahometanos. Así pues, se embarcó en Ancona con un compañero rumbo a Siria; pero una tempestad hizo naufragar la nave en la costa de Dalmacia. Como los frailes no tenían dinero para proseguir el viaje se vieron obligados a esconderse furtivamente en un navío para volver a Ancona. Después de predicar un año en el centro de Italia (el señor de Chiusi puso entonces a la disposición de los frailes un sitio de retiro en Monte Alvernia, en los Apeninos de Toscana), San Francisco decidió partir nuevamente a predicar a los mahometanos en Marruecos. Pero Dios tenía dispuesto que no llegase nunca a su destino: el santo cayó enfermo en España y, después, tuvo que retornar a Italia. Ahí se consagró apasionadamente a predicar el Evangelio a los cristianos.
La humildad y obediencia
San Francisco dio a su orden el nombre de "Frailes Menores" por humildad, pues quería que sus hermanos fuesen los siervos de todos y buscasen siempre los sitios más humildes. Con frecuencia exhortaba a sus compañeros al trabajo manual y, si bien les permitía pedir limosna, les tenía prohibido que aceptasen dinero. Pedir limosna no constituía para él una vergüenza, ya que era una manera de imitar la pobreza de Cristo. El santo no permitía que sus hermanos predicasen en una diócesis sin permiso expreso del obispo. Entre otras cosas, dispuso que "si alguno de los frailes se apartaba de la fe católica en obras o palabras y no se corregía, debería ser expulsado de la hermandad". Todas las ciudades querían tener el privilegio de albergar a los nuevos frailes, y las comunidades se multiplicaron en Umbría, Toscana, Lombardia y Ancona.
Crece la orden
Se cuenta que en 1216, Francisco solicitó del Papa Honorio III la indulgencia de la Porciúncula o "perdón de Asís". El año siguiente, conoció en Roma a Santo Domingo, quien había predicado la fe y la penitencia en el sur de Francia en la época en que Francisco era "un gentilhombre de Asís". San Francisco tenía también la intención de ir a predicar en Francia. Pero, como el cardenal Ugolino (quien fue más tarde Papa con el nombre de Gregorio IX) le disuadiese de ello, envió en su lugar a los hermanos Pacífico y Agnelo. Este último había de introducir más tarde la orden de los frailes menores en Inglaterra. El sabio y bondadoso cardenal Ugolino ejerció una gran influencia en el desarrollo de la orden. Los compañeros de San Francisco eran ya tan numerosos, que se imponía forzosamente cierta forma de organización sistemática y de disciplina común. Así pues, se procedió a dividir a la orden en provincias, al frente de cada una de las cuales se puso a un ministro, "encargado del bien espiritual de los hermanos; si alguno de ellos llegaba a perderse por el mal ejemplo del ministro, éste tendría que responder de él ante Jesucristo." Los frailes habían cruzado ya los Alpes y tenían misiones en España, Alemania y Hungría.
El primer capítulo general se reunió, en la Porciúncula, en Pentecostés del año de 1217. En 1219, tuvo lugar el capítulo "de las esteras", así llamado por las cabañas que debieron construirse precipitadamente con esteras para albergar a los delegados. Se cuenta que se reunieron entonces cinco mil frailes. Nada tiene de extraño que en una comunidad tan numerosa, el espíritu del fundador se hubiese diluido un tanto. Los delegados encontraban que San Francisco se entregaba excesivamente a la aventura y exigían un espíritu más práctico. Es que así les parecía lo que en realidad era una gran confianza en Dios. El santo se indignó profundamente y replicó: "Hermanos míos, el Señor me llamó por el camino de la sencillez y la humildad y por ese camino persiste en conducirme, no sólo a mí sino a todos los que estén dispuestos a seguirme ... El Señor me dijo que deberíamos ser pobres y locos en este mundo y que ése y no otro sería el camino por el que nos llevaría. Quiera Dios confundir vuestra sabiduría y vuestra ciencia y haceros volver a vuestra primitiva vocación, aunque sea contra vuestra voluntad y aunque la encontréis tan defectuosa."
Francisco les insistía en que amaran muchísimo a Jesucristo y a la Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor desprendimiento posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de recomendarles que cumplieran lo mas exactamente posible todo lo que manda el Santo Evangelio.

El mayor privilegio: no gozar de privilegio alguno
Recorría campos y pueblos invitando a la gente a amar más a Jesucristo, y repetía siempre: 'El Amor no es amado". Las gentes le escuchaban con especial cariño y se admiraban de lo mucho que sus palabras influían en los corazones para entusiasmarlos por Cristo y su Verdad.
A quienes le propusieron que pidiese al Papa permiso para que los frailes pudiesen predicar en todas partes sin autorización del obispo, Francisco repuso: "Cuando los obispos vean que vivís santamente y que no tenéis intenciones de atentar contra su autoridad, serán los primeros en rogaros que trabajéis por el bien de las almas que les han sido confiadas. Considerad como el mayor de los privilegios el no gozar de privilegio alguno. . ." Al terminar el capítulo, San Francisco envió a algunos frailes a la primera misión entre los infieles de Túnez y Marruecos y se reservó para sí la misión entre los sarracenos de Egipto y Siria. En 1215, durante el Concilio de Letrán, el Papa Inocencio III había predicado una nueva cruzada, pero tal cruzada se había reducido simplemente a reforzar el Reino Latino de oriente. Francisco quería blandir la espada de Dios.
San Francisco, se fue a Tierra Santa a visitar en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació, vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo de esta piadosa visita suya, los franciscanos están encargados desde hace siglos de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa.
Misionero ante el Sultán
En junio de 1219, se embarcó en Ancona con doce frailes. La nave los condujo a Damieta, en la desembocadura del Nilo. Los cruzados habían puesto sitio a la ciudad, y Francisco sufrió mucho al ver el egoísmo y las costumbres disolutas de los soldados de la cruz. Consumido por el celo de la salvación de los sarracenos, decidió pasar al campo del enemigo, por más que los cruzados le dijeron que la cabeza de los cristianos estaba puesta a precio. Habiendo conseguido la autorización del legado pontificio, Francisco y el hermano Iluminado se aproximaron al campo enemigo, gritando: "¡Sultán, sultán!" Cuando los condujeron a la presencia de Malek-al-Kamil, Francisco declaró osadamente: "No son los hombres quienes me han enviado, sino Dios todopoderoso. Vengo a mostrarles, a ti y a tu pueblo, el camino de la salvación; vengo a anunciarles las verdades del Evangelio." El sultán quedó impresionado y rogó a Francisco que permaneciese con él. El santo replicó: "Si tú y tu pueblo estáis dispuestos a oír la palabra de Dios, con gusto me quedaré con vosotros. Y si todavía vaciláis entre Cristo y Mahoma, manda encender una hoguera; yo entraré en ella con vuestros sacerdotes y así veréis cuál es la verdadera fe." El sultán contestó que probablemente ninguno de los sacerdotes querría meterse en la hoguera y que no podía someterlos a esa prueba para no soliviantar al pueblo.
Cuentan que el Sultan llegó a decir: ¨si todos los cristianos fueran como él, entonces valdría la pena ser cristiano¨. Pero el Sultán, Malek-al-Kamil, mandó a Francisco que volviese al campo de los cristianos.
Desalentado al ver el reducido éxito de su predicación entre los sarracenos y entre los cristianos, el santo pasó a visitar los Santos Lugares. Ahí recibió una carta en la que sus hermanos le pedían urgentemente que retornase a Italia.
La crisis del acomodamiento lleva a clarificar la regla
Durante la ausencia de Francisco, sus dos vicarios, Mateo de Narni y Gregorio de Nápoles, habían introducido ciertas innovaciones que tendían a uniformar a los frailes menores con las otras órdenes religiosas y a encuadrar el espíritu franciscano en el rígido esquema de la observancia monástica y de las reglas ascéticas. Las religiosas de San Damián tenían ya una constitución propia, redactada por el cardenal Ugolino sobre la base de la regla de San Benito. Al llegar a Bolonia, Francisco tuvo la desagradable sorpresa de encontrar a sus hermanos hospedados en un espléndido convento. El santo se negó a poner los pies en él y vivió con los frailes predicadores. En seguida mandó llamar al guardián del convento franciscano, le reprendió severamente y le ordenó que los frailes abandonasen la casa. Tales acontecimientos tenían a los ojos del santo las proporciones de una verdadera traición: se trataba de una crisis de la que tendría que salir la orden sublimada o destruida.
San Francisco se trasladó a Roma donde consiguió que Honorio III nombrase al cardenal Ugolino protector y consejero de los franciscanos, ya que el purpurado había depositado una fe ciega en el fundador y poseía una gran experiencia en los asuntos de la Iglesia. Al mismo tiempo, Francisco se entregó ardientemente a la tarea de revisar la regla, para lo que convocó a un nuevo capítulo general que se reunió en la Porciúncula en 1221. El santo presentó a los delegados la regla revisada. Lo que se refería a la pobreza, la humildad y la libertad evangélica, características de la orden, quedaba intacto. Ello constituía una especie de reto del fundador a los disidentes y legalistas que, por debajo del agua, tramaban una verdadera revolución del espíritu franciscano. El jefe de la oposición era el hermano Elías de Cortona. El fundador había renunciado a la dirección de la orden, de suerte que su vicario, fray Elías, era prácticamente el ministro general. Sin embargo, no se atrevió a oponerse al fundador, a quien respetaba sinceramente. En realidad, la orden era ya demasiado grande, como lo dijo el propio San Francisco: "Si hubiese menos frailes menores, el mundo los vería menos y desearía que fuesen más."
Al cabo de dos años, durante los cuales hubo de luchar contra la corriente cada vez más fuerte que tendía a desarrollar la orden en una dirección que él no había previsto y que le parecía comprometer el espíritu franciscano, el santo emprendió una nueva revisión de la regla. Después la comunicó al hermano Elías para que éste la pasase a los ministros, pero el documento se extravió y el santo hubo de dictar nuevamente la revisión al hermano León, en medio del clamor de los frailes que afirmaban que la prohibición de poseer bienes en común era impracticable. La regla, tal como fue aprobada por Honorio III en 1223, representaba sustancialmente el espíritu y el modo de vida por el que había luchado San Francisco desde el momento en que se despojó de sus ricos vestidos ante el obispo de Asís.
La tercera orden
Unos dos años antes San Francisco y el cardenal Ugolino habían redactado una regla para la cofradía de laicos que se habían asociado a los frailes menores y que correspondía a lo que actualmente llamamos tercera orden, fincada en el espíritu de la "Carta a todos los cristianos", que Francisco había escrito en los primeros años de su conversión. La cofradía, formada por laicos entregados a la penitencia, que llevaban una vida muy diferente de la que se acostumbraba entonces, llegó a ser una gran fuerza religiosa en la Edad Media. En el derecho canónico actual, los terciarios de las diversas órdenes gozan todavía de un estatuto específicamente diferente del de los miembros de las cofradías y congregaciones marianas.
La representación del Nacimiento de Jesús
San Francisco pasó la Navidad de 1223 en Grecehio, en el valle de Rieti. Con tal ocasión, había dicho a su amigo, Juan da Vellita- "Quisiera hacer una especie de representación viviente del nacimiento de Jesús en Belén, para presenciar, por decirlo así, con los ojos del cuerpo la humildad de la Encarnación y verle recostado en el pesebre entre el buey y el asno." En efecto, el santo construyó entonces en la ermita una especie de cueva y los campesinos de los alrededores asistieron a la misa de media noche, en la que Francisco actuó corno diácono y predicó sobre el misterio de la Natividad.
Se le atribuye haber comenzado en aquella ocasión la tradición del "belén" o "nacimiento". Nos dice Tomas Celano en su biografía del santo: "La Encarnación era un componente clave en la espiritualidad de Francisco. Quería celebrar la Encarnación en forma especial. Quería hacer algo que ayudase a la gente a recordar al Cristo Niño y como nació en Belén."
San Francisco permaneció varios meses en el retiro de Grecehio, consagrado a la oración, pero ocultó celosamente a los ojos de los hombres las gracias especialísimas que Dios le comunicó en la contemplación. El hermano León, que era su secretario y confesor, afirmó que le había visto varias veces durante la oración elevarse tan alto sobre el suelo, que apenas podía alcanzarle los pies y, en ciertas ocasiones, ni siquiera eso.
Las Estigmas
Alrededor de la fiesta de la Asunción de 1224, el santo se retiró a Monte Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. Llevó consigo al hermano León, pero prohibió que fuese alguien a visitarle hasta después de la fiesta de San Miguel. Ahí fue donde tuvo lugar, alrededor del día de la Santa Cruz de 1224, el milagro de los estigmas, del que hablamos el 17 de septiembre. Francisco trató de ocultar a los ojos de los hombres las señales de la Pasión del Señor que tenía impresas en el cuerpo; por ello, a partir de entonces llevaba siempre las manos dentro de las mangas del hábito y usaba medias y zapatos. Sin embargo, deseando el consejo de sus hermanos, comunicó lo sucedido al hermano Iluminado y algunos otros, pero añadió que le habían sido reveladas ciertas cosas que jamás descubriría a hombre alguno sobre la tierra.
En cierta ocasión en que se hallaba enfermo, alguien propuso que se le leyese un libro para distraerle. El santo respondió: "Nada me consuela tanto como la contemplación de la vida y Pasión del Señor. Aunque hubiese de vivir hasta el fin del mundo, con ese solo libro me bastaría." Francisco se había enamorado de la santa pobreza mientras contemplaba a Cristo crucificado y meditaba en la nueva crucifixión que sufría en la persona de los pobres.
El santo no despreciaba la ciencia, pero no la deseaba para sus discípulos. Los estudios sólo tenían razón de ser como medios para un fin y sólo podían aprovechar a los frailes menores, si no les impedían consagrar a la oración un tiempo todavía más largo y si les enseñaban más bien, a predicarse a sí mismos que a hablar a otros. Francisco aborrecía los estudios que alimentaban más la vanidad que la piedad, porque entibiaban la caridad y secaban el corazón. Sobre todo, temía que la señora Ciencia se convirtiese en rival de la dama Pobreza. Viendo con cuánta ansiedad acudían a las escuelas y buscaban los libros sus hermanos, Francisco exclamó en cierta ocasión: "Impulsados por el mal espíritu, mis pobres hermanos acabarán por abandonar el camino de la sencillez y de la pobreza."
Antes de salir de Monte Alvernia, el santo compuso el "Himno de alabanza al Altísimo". Poco después de la fiesta de San Miguel bajó finalmente al valle, marcado por los estigmas de la Pasión y curó a los enfermos que le salieron al paso.
La hermana muerte
Las calientísimas arenas del desierto de Egipto afectaron la vista de Francisco hasta el punto de estar casi completamente ciego. Los dos últimos años de la vida de Francisco fueron de grandes sufrimientos que parecía que la copa se había llenado y rebalsado. Fuertes dolores debido al deterioro de muchos de sus órganos (estómago, hígado y el bazo), consecuencias de la malaria contraida en Egipto. En los más terribles dolores, Francisco ofrecía a Dios todo como penitencia, pues se consideraba gran pecador y para la salvación de las almas. Era durante su enfermedad y dolor donde sentía la mayor necesidad de cantar.
Su salud iba empeorando, los estigmas le hacían sufrir y le debilitaban y casi había perdido la vista. En el verano de 1225 estuvo tan enfermo, que el cardenal Ugolino y el hermano Elías le obligaron a ponerse en manos del médico del Papa en Rieti. El santo obedeció con sencillez. De camino a Rieti fue a visitar a Santa Clara en el convento de San Damián. Ahí, en medio de los más agudos sufrimientos físicos, escribió el "Cántico del hermano Sol" y lo adaptó a una tonada popular para que sus hermanos pudiesen cantarlo.
Después se trasladó a Monte Rainerio, donde se sometió al tratamiento brutal que el médico le había prescrito, pero la mejoría que ello le produjo fue sólo momentánea. Sus hermanos le llevaron entonces a Siena a consultar a otros médicos, pero para entonces el santo estaba moribundo. En el testamento que dictó para sus frailes, les recomendaba la caridad fraterna, los exhortaba a amar y observar la santa pobreza y a amar y honrar a la Iglesia. Poco antes de su muerte, dictó un nuevo testamento para recomendar a sus hermanos que observasen fielmente la regla y trabajasen manualmente, no por el deseo de lucro, sino para evitar la ociosidad y dar buen ejemplo. "Si no nos pagan nuestro trabajo, acudamos a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta". Cuando Francisco volvió a Asís, el obispo le hospedó en su propia casa. Francisco rogó a los médicos que le dijesen la verdad, y éstos confesaron que sólo le quedaban unas cuantas semanas de vida. "¡Bienvenida, hermana Muerte!", exclamó el santo y acto seguido, pidió que le trasportasen a la Porciúncula. Por el camino, cuando la comitiva se hallaba en la cumbre de una colina, desde la que se dominaba el panorama de Asís, pidió a los que portaban la camilla que se detuviesen un momento y entonces volvió sus ojos ciegos en dirección a la ciudad e imploró las bendiciones de Dios para ella y sus habitantes. Después mandó a los camilleros que se apresurasen a llevarle a la Porciúncula. Cuando sintió que la muerte se aproximaba, Francisco envió a un mensajero a Roma para llamar a la noble dama Giacoma di Settesoli, que había sido su protectora, para rogarle que trajese consigo algunos cirios y un sayal para amortajarle, así como una porción de un pastel que le gustaba mucho. Felizmente, la dama llegó a la Porciúncula antes de que el mensajero partiese. Francisco exclamó: "¡Bendito sea Dios que nos ha enviado a nuestra hermana Giacoma! La regla que prohibe la entrada a las mujeres no afecta a nuestra hermana Giacoma. Decidle que entre".
El santo envió un último mensaje a Santa Clara y a sus religiosas y pidió a sus hermanos que entonasen los versos del "Cántico del Sol" en los que alaba a la muerte. En seguida rogó que le trajesen un pan y lo repartió entre los presentes en señal de paz y de amor fraternal diciendo: "Yo he hecho cuanto estaba de mi parte, que Cristo os enseñe a hacer lo que está de la vuestra." Sus hermanos le tendieron por tierra y le cubrieron con un viejo hábito. Francisco exhortó a sus hermanos al amor de Dios, de la pobreza y del Evangelio, "por encima de todas las reglas", y bendijo a todos sus discípulos, tanto a los presentes como a los ausentes.
Murió el 3 de octubre de 1226, después de escuchar la lectura de la Pasión del Señor según San Juan. Francisco había pedido que le sepultasen en el cementerio de los criminales de Colle d'lnferno. En vez de hacerlo así, sus hermanos llevaron al día siguiente el cadáver en solemne procesión a la iglesia de San Jorge, en Asís. Ahí estuvo depositado hasta dos años después de la canonización. En 1230, fue secretamente trasladado a la gran basílica construida por el hermano Elías.
El cadáver desapareció de la vista de los hombres durante seis siglos, hasta que en 1818, tras cincuenta y dos días de búsqueda, fue descubierto bajo el altar mayor, a varios metros de profundidad. El santo no tenía más que cuarenta y cuatro o cuarenta y cinco años al morir. No podemos relatar aquí. ni siquiera en resumen, la azarosa y brillante historia de la orden que fundó, Digamos simplemente que sus tres ramas: la de los frailes menores, la de los frailes menores capuchinos y la de los frailes menores conventuales forman el instituto religioso más numeroso que existe actualmente en la Iglesia. Y, según la opinión del historiador David Knowles, al fundar ese instituto, San Francisco "contribuyó más que nadie a salvar a la Iglesia de la decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media."
¡San Francisco de Asís: pídele a Jesús que lo amemos tan intensamente como lo lograste amar tú.!

lunes, 1 de octubre de 2007

Biografia de Santa Teresa del Niño Jesus


Luis José Estanislao Martín y María Celia Guerin la noche del 2 al 3 de enero de 1873 tenían la alegría de recibir del Señor el noveno y último de sus hijos. Le bautizaron el día 4 con los nombres de María Francisca Teresa. Viven en AlencónOrne (Francia). Es nuestra Teresita.

Es sensible, sumamente avispada. Aprende enseguida a rezar y a los dos años ya toma la "resolución de hacerse monja".

A los tres años ya procura "no rehusar nada al buen Dios".

El 28 de agosto de 1877 siente un profundo dolor por la muerte de su madre. Teresa escoge como "madrecita" a su hermana Paulina.

En noviembre de 1877 el Sr. Martín con sus cinco hijas -los otros hermanitos murieron muy pronto- se traslada a vivir a Les Buissonets (Lisieux). Sus hermanitas se llaman: María, Paulina, Leonia y Celina.

El 25 de marzo de 1883 Teresa enferma gravemente, hasta el domingo 13 de mayo, en que la sonrisa de la Virgen la cura milagrosamente.

El 8 de mayo, de 1884 su primera Comunión constituye una "fusión" con Jesús, al cual le pide "que le quite su libertad".

La noche de Navidad de 1886, durante la Comunión en la Misa de Medianoche, Jesús realiza "en un instante" la "conversión total" que en diez años de esfuerzo no había podido conseguir.

El 29 de mayo de 1887, fiesta de Pentecostés, su padre le da permiso para entrar en el Carmelo a sus quince años. Ya se sabe de memoria la Imitación de Cristo.

El 4 de noviembre de aquel año, en compañía de su padre y de Celina, parte para Roma y el día 20 se postra ante el papa León XIII suplicándole su permiso para entrar en el Carmelo.

El 9 de abril de 1888 ingresa en el Carmelo. No le faltan espinillas pero también muchas alegrías.

El 8 de septiembre, Natividad de María de 1890, llena de gozo, emite sus votos religiosos.

En enero de 1895 por orden de Madre Pñora, Inés de Jesús, Teresa comienza a escribir la Historia de un alma.

Desde junio de 1895 hasta su muerte fueron 27 meses de un terrrible martirio. Llegará a decir al final de sus días Teresa "que nunca pensó que fuera capaz de sufrir tanto como sufrió". También tuvo durante este tiempo profundos y abundantes gozos espirituales.

A las "noches de las nadas" y a los dolores que le ocasionaban "los hermanos pecadores" se unía "el océano de gracias" y "los tiempos pascuales".

La enfermedad continuaba minando siJ cuerpo.

Del 6 de abril de 1897 al 30 de septiembre Madre Inés fue recogiendo su "Novissima Verba", sus últimas conversaciones, que son todo un tesoro.

El 30 de septiembre, poco antes de morir "sin el menor consuelo", exclamó: "No me arrepiento de haberme abandonado al Amor; muy al contrario".

A las siete de la tarde miró al Crucifijo: "¡Dios mío, os amo!', y después de un éxtasis que duró el espacio de un credo, expiró.

El 17 de mayo de 1925 el papa Pío Xl la canonizó.

Su fiesta es el uno de octubre.